Como muchos otros padecimientos de los países con economías emergentes, la hepatitis E no es uno de los blancos principales de las empresas farmacéuticas. El desarrollo de medicamentos está vinculado también con una parte económica, y curar este tipo de males no es precisamente redituable. Lanzar fármacos para poblaciones que no pueden adquirirlos implica una pérdida financiera, así que las compañías deben encontrar un modelo que balancee su interés por la salud pública con sus ingresos. Al parecer, en China han hallado una forma de que ambas cosas salgan adelante.
La hepatitis E es una enfermedad que prolifera principalmente en las regiones más pobres de Asia, África, América Central y América del Sur. Se da en países donde hay malas condiciones sanitarias, especialmente donde el acceso a agua potable es reducido. El virus infecta a cerca de 20 millones de personas cada año, con 70 mil decesos. No existe tratamiento contra este tipo de hepatitis, salvo la prevención. En la mayoría de los casos, el padecimiento desaparece después de unas semanas, por lo que su tasa de mortalidad es de 4%, aunque en mujeres embarazadas, se eleva hasta 20% -es decir, una de cada cinco infectadas fallece-.
A pesar de que su tasa de mortalidad es relativamente baja, sí incapacita durante varios días a los enfermos. De este modo, muchos pierden su capacidad de trabajar, lo cual impacta negativamente en sus ingresos y pone en peligro su manutención y la de sus familias. Aunque se trata de un problema de salud pública, las grandes cadenas de Estados Unidos no lo tienen como una de sus prioridades.
Ha sido China quien ha pegado primero con la presentación de Hecolin, la primera vacuna para la hepatitis E. Su llegada representa la culminación de más de una década de trabajo conjunto entre las autoridades chinas y el grupo Yangshengtang, una empresa enfocada en alimentación y cuidado de la salud. Entre ambos, constituyeron el Instituto Nacional de Diagnóstico y Creación de Vacunas para Enfermedades Infecciosas, a través del cual trabajan en la creación de soluciones para combatir padecimientos emergentes. La Hecolin es el primer producto de esta alianza que llegará al mercado, aunque ya está en desarrollo otra para combatir el virus del papiloma humano.
El caso de la Hecolin no sólo debe verse como una nueva solución al problema: también representa el éxito de un modelo de colaboración que puede dar frutos para combatir enfermedades en países en vías de desarrollo. China no sólo busca que la vacuna se quede dentro de sus fronteras, sino que ya habla con la Organización Mundial de la Salud para que quede dentro de un esquema que permite distribuirla en otras naciones donde se necesite. Y, por supuesto, también representa una declaración al mundo del potencial chino en desarrollo farmacéutico, un rubro en el que pronto estará lista para competir con otras potencias en el orbe.
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