20 minutos informa de que se prohibirán los pagos en efectivo, en principio entre empresas, a cantidades no superiores a una horquilla entre 3.000€ y 5.000€. Siguiendo los precedentes francés e italiano.
Es incuestionable que las transacciones electrónicas generan grandes eficiencias económicas con respecto a los pagos en metálico. Se llevan años hablando del fin del papel moneda, puede que en la próxima década desaparezcan hasta las tarjetas de crédito. Ahora nuevos autores como David Wolman defienden la conveniencia de eliminar el metálico calificándolo como la riqueza de los pobres excluidos del sistema bancario. No obstante, prohibir el uso de papel moneda es una descomunal burrada y voy a exponer dos muy buenas razones para justificar tan tajante afirmación.
Para empezar la prohibición se presenta bajo el argumento de reducir el fraude fiscal, por aquello de que hagas lo que hagas en la vida siempre tiene que parecer que lo haces por una buena causa, y como en lo relativo al pago de impuestos la posición de la ciudadanía parece ser la de “yo tuerto si tu ciego”, pues bienvenidas sean todas las medidas fiscalizadoras aunque al final al único que acaben fiscalizando sea a uno mismo. Se supone que se perseguirá, para empezar, el fraude fiscal en las empresas/empresarios –los malos-malotes de siempre– pero ¿realmente sirve para algo prohibir los pagos en efectivo entre empresas para reducir el fraude? No, en absoluto. Cuando una transacción comercial se hace en dinero negro no se declara nada a Hacienda, NADA, se hace en billetes de 500 “Bin Laden” sin factura y la forma de pago es irrelevante a efectos de control de fraude porque oficialmente la operación no existe. La bolsa de fraude fiscal en ca$h está en los autónomos y PyMEs que venden productos y servicios a particulares sin declarar los ingresos. Es por eso que se creó la fiscalidad por módulos dado que resulta imposible en la práctica saber cuánto ingresa y gasta un bar, un dentista, o, en general, un autónomo que trabaja para personas que no pueden presentar facturas para recuperar IVA. De modo que, nuevamente, a los que exprimiría el fin del papel moneda no es a los de arriba sino a los de en medio.
Pero lo más importante es que la eliminación del papel moneda permitiría imponer de facto intereses negativos en la cuentas bancarias. Todos sabemos que durante los últimos 80 años la fórmula mágica para dinamizar la economía ha sido estimular el consumo. Para estimular el consumo hay que aumentar el gasto y, por consiguiente, reducir el ahorro. Fue así de hecho como funcionábamos las PyMEs entre 1996 y 2006. Dado que ahorrar es carísimo para una empresa (30% impuesto de sociedades) pues se reinvertía todo y si se necesitaba dinero era fácil obtenerlo prestado a un tipo de interés muy bajo. Es decir, endeudarse era más mucho barato que ahorrar, y, lógicamente, sólo los muy estúpidos –o muy visionarios– ahorraban. ¿De dónde se podría sacar dinero ahora para volver a “dinamizar” la economía? Fácil: forzando a la gente a gastar los ahorros que tenga. ¿Cómo? Haciendo que lo ahorrado en una cuenta corriente cueste dinero. El problema es que para evitar el pago de intereses negativos existiría la opción de sacar el dinero del banco y guardarlo en el siempre socorrido calcetín. La solución: eliminarl el papel moneda para que el dinero esté siempre en un lugar donde el Estado pueda trincarlo fácil y rápidamente cuando quiera. O, alternativamente, obligar a que sea gastado, o no, en la forma en que consideren oportuna unos más que cuestionables gestores económicos.
Por último, vale la pena notar que fiscalizar toda la economía sumergida mejoraría las cuentas, pero sólo las cuentas de las administraciones públicas, no las cuentas de las empresas ni de las familias.
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