Artículo publicado por Maggie McKee el 29 de noviembre de 2012 en Nature News
MESSENGER encuentra pruebas de hielo de agua pura cerca del polo norte del planeta.
Hablemos de una tierra de hielo y fuego. La superficie de Mercurio está lo bastante caliente en algunos lugares para fundir el plomo, pero es gélida en sus polos — tal vez con un billón de toneladas de agua atrapada dentro de cráteres — suficiente para llenar 20 mil millones de pistas de patinaje olímpicas.
El hielo, cuya presencia1 se sospecha desde hace tiempo y se ha confirmado ahora gracias a la sonda orbital MESSENGER de la NASA, parece ser mucho más puro que el hielo similar encontrado en los cráteres de la Luna, lo que sugiere que el planeta más cercano al Sol podría ser una mejor trampa para los materiales helados transportados por cometas y asteroides. Hoy se publican tres artículos en la revista Science que detallan los hallazgos2,3,4.
A pesar de las abrasadoras temperaturas de 400 °C que encontramos en Mercurio, los lechos de muchos de sus cráteres polares están en sombra permanente, debido a que el eje de rotación del planeta es perpendicular a su plano orbital, por lo que sus polos nunca se inclinan hacia la estrella. Es más, las ondas de radar enviadas al planeta desde la Tierra en los últimos 20 años han revelado regiones brillantes1 cerca de los polos que son consistentes con bloques de varios metros de grosor de hielo de agua pura.
Pero “el radar no identifica de manera inequívoca el hielo de agua”, dice David Lawrence, científico planetario en el Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins (Johns Hopkins University Applied Physics Laboratory) en Laurel, Maryland. El azufre, por ejemplo, podría haber producido una señal de radar similar.
Ahora, tres líneas de investigación distintas sustentan la interpretación del hielo de agua. Pulsos laser infrarrojos lanzados hacia el planeta por el Altímetro Láser de Mercurio a bordo de MESSENGER (Mercury Laser Altimeter) han revelado regiones brillantes dentro de nueve cráteres en sombra cerca del polo norte del planeta2. Estas regiones brillantes, que se cree que es hielo de agua, se alinean perfectamente con las zonas ultra-frías que, de acuerdo al modelo térmico del planeta que tiene en cuenta la topografía de Mercurio, no deberían estar nunca por encima de los –170 °C3.
Un tercer equipo, usando el Espectrómetro de Neutrones de MESSENGER (Neutron Spectrometer), ha observado la reveladora firma del hidrógeno — que se cree que queda encerrado en el hielo de agua – en esas mismas regiones4. “No solo es que el agua sea la mejor explicación, es que no vemos otra explicación que pueda unir todos los datos”, comenta Lawrence, autor principal del estudio con el espectrómetro.
Pero, ¿de dónde vino el agua? Las brillantes zonas heladas identificadas por el láser de MESSENGER están rodeadas por terreno más oscuro que recibe un poco más de luz solar y calor. Las medidas realizadas con neutrones sugieren que esta área más oscura es una capa de material de unos 10 centímetros de espesor que se encuentra sobre más hielo, aislándolo.
Materiales oscuros
Este material más oscuro alrededor de las zonas brillantes puede estar compuesto de hidrocarburos complejos expulsados por impactos de cometas o asteroides, dice David Paige, científico planetario de la Universidad de California en Los Ángeles, y primer autor del artículo sobre el modelo térmico3.
Paige y sus colegas sugieren que cuando estos cuerpos helados colisionan con Mercurio, sus componentes migran con el paso del tiempo – evaporándose y precipitándose repetidas veces — hacia los polos, más fríos, donde quedan fijados a los gélidos cráteres polares.
Pero incluso allí, la luz solar a veces incide sobre partes del interior del cráter, evaporando hielo de agua y dejando tras de sí ‘depósitos aislantes’ de hidrocarburos que se hacen gradualmente más espesos y oscuros conforme se ven alterados químicamente por la luz solar.
Los pequeños impactos deberían haber enterrado la superficie si el hielo tuviese miles de millones de años de antigüedad, y los investigadores de MESSENGER creen que podría ser mucho más joven que eso, tal vez 50 millones de años.
“Los depósitos de hielo que estamos observando no son tan antiguos”, dice Paige.
Nature doi:10.1038/nature.2012.11922
Artículos de Referencia:
Slade, M. A., Butler, B. J. & Muhleman, D. O. Science 258, 635–640 (1992).
Neumann, G. A. et al. Science http://dx.doi.org/10.1126/science.1229764 (2012).
Paige, D. A. et al. Science http://dx.doi.org/10.1126/science.1231106 (2012).
Lawrence, D. J. et al. Science http://dx.doi.org/10.1126/science.1229953 (2012).
Autor: Maggie McKee
Fecha Original: 29 de noviembre de 2012
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