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martes, 11 de septiembre de 2012

Historia de una gente, una laguna y unas cachamas

  • Esto es una bofetada para quienes todavía no creen que en Venezuela hay una Revolución, o que no hay experiencias revolucionarias que mostrar. Y es también una sacudida ligeramente más cordial a quienes creen que sólo se puede ser anarquista leyendo a Bakunin, Proudhom y todo ese cementerio de europeos empaquetados en libros. El cuento revuelca por el piso algunos mitos que tienen que ver con la cría de cachamas. Según los sabios (académicos, tecnócratas, biólogos y demás etcéteras) en la materia, no se puede reproducir ni criar esos peces sino mediante una inversión millonaria, un método y una tecnología sofisticadísimas que sólo conocen los graduados en universidades y tal. Ya veremos qué están haciendo al respecto este montón de campesinos y soñadores.


¿Ustedes son arrechos?


La comunidad se llama El Zancudo. Queda en Apurito, municipio Achaguas del estado Apure. Allí viven 120 familias; unas 450 personas. Frente al núcleo más grande de casas de esa comunidad hay un préstamo (esos huecos enormes que dejaron las maquinarias al construir las carreteras llaneras, y que con el tiempo se llenaron de agua y se convirtieron en lagunas). Con los años esa laguna se fue cubriendo de vegetación y hacia 2010 ya casi no se veía el agua debajo de la capa vegetal. Los habitantes de vez en cuando limpiaban una parte de esa laguna y los muchachos se metían ahí para bañarse. Esa la única utilidad que le daba la gente de El Zancudo a ese "charco".
Hasta que Walter pasó por Apure y se encontró con Pedro Nieves, uno de los jóvenes que activan políticamente en El Zancudo. Pedro le contó de esa laguna, y le informó a Walter que había diez más en todo el caserío. Entonces Walter le dijo a Pedro:

--Dime algo. ¿Ustedes son arrechos?
--¿Cómo?
--Necesito saber si esta comunidad es arrecha. ¿La gente de aquí es capaz de echarle bolas a un proyecto comunitario?
--Claro que sí (Pedro, picao, no podía responder de otra forma).
--Bueno, vamos a hacer un trato: limpien esa laguna y yo les regalo unos peces para que los críen.

En dos meses la gente de El Zancudo cumplió con lo de la limpieza de la laguna y empezó a meterle presión a Walter para que llevara los pescados. "Epa, pero ya va: hay que esperar el ciclo de reproducción de las cachamas".
Hagamos un paréntesis para presentarles a Walter. Pero por favor, después de enterarse del factor Walter regrese al cuento de El Zancudo, que es más complejo y hermoso de lo que aparenta.
Coño, qué fastidioso es Walter.

Gente que trabaja gratis


Walter Lanz es un agroecólogo de toda la vida; es esa clase de gente que se enamora de cuanto tema contracultural, proyecto raro, lucha de los pobres o acción antisistema se consigue en la carretera, y ha andado suficiente país y carretera como para estar enamorado y activo todo el tiempo. Hace unos años conoció a un tipo tan emprendedor y enamorado como él de la otra sociedad. Ese señor se llama Genaro Díaz y tiene en su casa de Aroa (Yaracuy) una especie de laboratorio donde reproduce y cría unos pescados gordos llamados cachamas. Este es el dato raro que hermanó a esos dos sujetos: Genaro se ha dedicado por años a ese esfuerzo, y su punto de honor es que los peces que reproduce no están a la venta: el hombre se los regala a las comunidades que estén dispuestas a criarlos. Gente que trabaja gratis.
Walter aprendió con Genaro la técnica de la reproducción de cachamas y entre ambos crearon algo llamado Escuela Popular de Piscicultura. Digo algo, porque eso no existe ni como figura jurídica ni como estructura ni como nada, sino apenas como concepto y acción: usted va, le dice o le demuestra a Genaro que tiene dónde meter unos peces y Genaro le regala tantos alevines (pescados jóvenes) como quepan con holgura en su laguna, charco o pote acondicionado. Precisamente en Genaro estaba pensando Walter cuando le formuló aquella provocación a la gente de El Zancudo. 
Luego volveremos con Walter para que nos explique por qué es tan importante y revolucionario el ensayo de El Zancudo; por qué las cachamas en manos de las comunidades se están convirtiendo en un arma de creación espeluznante que asusta a académicos, técnicos y tecnócratas, economistas y sabios de todo pelaje.

El chapuzón

Finalmente, en octubre  de 2011, la gente de la comunidad recibió los alevines y los metió en la laguna. Freddy Cortés, un habitante de El Zancudo, refiere un tropiezo que tuvieron a los pocos meses de depositados los alevines: “Nosotros no teníamos idea de cómo criar las cachamas. Un día los pescados empezaron a ‘boquear’, a salir a la superficie como buscando aire”. La razón era que esos peces necesitan que el agua esté en movimiento, porque si no les falta el oxígeno. Nadie por ahí cerca tenía una bomba de agua y mucho menos un aireador.

Walter les dijo por teléfono que tenían que poner el agua en movimiento, como fuera. Lo resolvieron con más alegría que técnica: llamaron a todo el que quisiera para darse un chapuzón en la laguna. Docenas de muchachos y adultos se metieron a bañarse y a retozar en el agua y con esta “técnica” ya no les faltó oxígeno a las cachamas, ni excusas a los muchachos para estar ahí metidos de cabeza cada vez que les provoque. A un lado del préstamo hay un samán gigante; desde sus ramas se lanzan los carajitos en permanente certamen de clavados.

Derrotado el capitalismo: no hizo falta comprar una bomba de agua ni algo tan sifrinamente sofisticado como un aireador para darles oxígeno a los peces.

Inversión: cero. Ganancia: 30 mil


Otro de los mitos que quedaron derribados en El Zancudo es el que refiere Luis Cardoza, otro habitante de El Zancudo. La pregunta del momento: "¿Dónde consiguieron el alimento para las cachamas?". La respuesta: "Les echamos restos de comida, frutas picadas como mango y guayaba, pepinillo; maíz, la planta pequeña de maíz y otras cosas".
Consultado Walter acerca de la producción, su costo y sus ganancias, dijo: "Esta comunidad derrotó esa visión que propone que sólo haciendo una gran inversión se puede obtener ganancias. Aquí la gente sin invertir un solo bolívar ha producido cerca de 30 mil bolívares; en esta laguna hay cerca de mil cachamas. Que vean los economistas qué hacen con este ejemplo".
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El pasado fin de semana hubo una singular fiesta en El Zancudo. Había gente de la comunidad, funcionarios de Insopesca, el INIA (Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas), la Corporación Venezolana de Alimentos (CVAL) y unos cuantos cantores. Pero el Walter (coño, qué fastidioso es Walter) se encargó también de que estuviera gente de otras comunidades que también están criando cachamas con métodos raros: la familia Gaviria (unos ocho coñitos de 3 a 17 años de los que hablaré en otra entrega; los venezolanos merecemos saber de estos muchachos campesinos de la sabana apureña), miembros de la primera promoción de Agroecólogos del IALA (Instituto Agroecológico "Paulo Freire"). Ellos hablaron de su experiencia en la crianza no convencional de cachamas. Dice Rubén Barráez: "Gente que le ha encontrado alternativas al uso del alimento concentrado, y les están inculcando a los niños en edad escolar el interés por la cría con métodos artesanales o agroecológicos".
También hubo una jornada de pesca: a anzuelazo limpio la gente sacó varios ejemplares de cachama. Sorpresa: se sacaron pescados de entre 800 gramos y 2 kilos 100 grs. Así que debe haber peces más grandes en esa laguna. Sin un solo gramo de alimento concentrado.




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Apéndice: lo que comemos y cómo lo producimos

Retazos de una conversa con Walter Lanz
En Venezuela andamos hablando desde hace unos pocos años de soberanía alimentaria, de la necesidad de producir los alimentos que consumimos o al menos de ser capaces de lograrlo. Uno de los obstáculos para lograr esto es la creencia generalizada de que la fuente ideal de proteína animal es la carne de bovinos (vacas, toros). Casi nadie se imagina una dieta o un mercadito familiar que no incluya unos kilos de carne bovina al mes; la competencia son el pollo (beneficiado y full de hormonas) y el cerdo (igual).
Cuando el Walter llegó a este punto del discurso lo interrumpí para decirle: "Sí, es una costumbre, un patrón cultural que nos incrustaron. Y eso es muy difícil de derrotar". El tipo me miró unos segundos y me dijo: "Marico, en Venezuela estamos comiendo carne de bovino desde hace un poco más de 200 años, pero antes de eso teníamos 7 mil años pescando y comiendo pescado".
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En el estado Apure la producción de carne bovina alcanza en promedio los 40 kilos/hectárea/año. Con ese modelo se pretende consolidar la soberanía alimentaria. "Si llenamos de cachamas los cientos de préstamos del estado Apure, hasta alcanzar una superficie de una hectárea de espejo de agua, la producción sería de 300 kilos/hectárea/año: de 800% a 1.000% más que el modelo bovino". Usando otro tipo de alimentos se puede aumentar esa brecha a 3.000 ó 4.000 kilos/hectárea/año.
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¿Cómo se impuso el modelo de la producción y consumo de bovino? Los mecanismos son muchos, pero hay uno que se relaciona con la percepción impuesta de lo que es un hombre exitoso. Cuando uno pronuncia la palabra Pescador hay una imagen que viene sola a la mente: un sujeto pobre, probablemente un indígena, con el pantalón enrollado hasta la rodilla, tirando un anzuelo con carrete o una red para sacar pescado. Luego, uno pronuncia la palabra Ganadero y aparece un hombre rico, blanco, vestido con camisa a cuadros, bluejeans nuevos, un gran sombrero, una correa con una cabilla metálica impresionante y fumando un cigarro que seguramente es Marlboro. A mucha gente no le guste que asocien su imagen a la de un pobre pescador. Pero hay algo, que no hemos investigado pero las claves andan por ahí: cuando hay temporada de ribazón esos llanos se llenan de gente y es una gran fiesta, vienen cientos de personas a pescar. Esa información viene de muy adentro: ese impulso que nos lleva a vivir de lo que nos regala el agua es más profundo y humano que este mecanismo artificial, antinatural e insostenible que es la cría de ganado. Tras ese dato y esa huella ancestral deberíamos ir, si de verdad queremos lograr la soberanía alimentaria.
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Próximo atentado de la Escuela Popular de Piscicultura: la creación de un laboratorio móvil para la reproducción de cachamas. La tecnología en manos del pueblo: ya la gente no tendrá que esperar que le lleven los alevines: ellos/nosotros/ustedes mismos podemos hacer reproducciones de cachamas en laboratorios artesanales. A la mierda otro mito: el que nos hace creer que sólo se puede propiciar el nacimiento de larvas de pescado en laboratorios sofisticadísimos. ¿Cómo lo hacía la naturaleza antes que existieran los científicos? Ganas de joder...


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