En 1984, la novela distópica de George Orwell, el concepto de privacidad era inexistente. Las personas tenían una pantalla en sus habitaciones que era capaz tanto de enviarle mensajes por parte del Partido, como vigilarlos a todas horas en la intimidad. Lo mismo ocurría en sus trabajos o en los espacios públicos: todo el tiempo estaban bajo el escrutinio de un gobierno a la caza de rebeldes. En su fantástica obra, Orwell creó a la Policía del Pensamiento, cuya única tarea era reportar a los ciudadanos que (sospechaban) tenían intenciones disidentes. Bastaba un gesto, una palabra, una mueca para terminar en la cárcel -o, en el peor de los casos, borrado completamente-.
Hoy en día, la Policía del Pensamiento se llama Departamento de Seguridad Nacional (Homeland Security). Bajo la premisa del combate al terrorismo y otras amenazas contra Estados Unidos, se dedican a vigilar lo que decimos en Internet. Como si se trataran de violaciones a la neolengua, estas palabras están marcadas como un peligro potencial. El Centro de Información Privada Electrónica fue el encargado de obtener una lista de términos monitoreados por Seguridad Nacional, después de solicitarla a través del Acta de Libertad de la Información. La organización la clasifica como “amplia, vaga y ambigua”, pues incluye términos que van desde terrorismo, desastres naturales o brotes epidemiológicos, hasta temas relacionados con la inmigración, ciberseguridad y violencia fronteriza.
México tiene una aparición especial en la lista, gracias a que Seguridad Nacional vigila varios términos asociados a la guerra contra el narcotráfico. Entre las palabras marcadas, es posible encontrar algunos relacionados con cárteles (Arellano Félix, Beltrán Leyva, Los Zetas, La Familia Michoacana, Nueva Federación), ciudades del norte del país (Sonora, Ciudad Juárez, Reynosa, Tamaulipas, Torreón, Tijuana, Nogales), o actividades distintivas del crimen organizado (ejecuciones, decapitados, tiroteos, narcomantas, secuestro). Curiosamente, también el apellido del presidente Felipe Calderón es un término vigilado.
En cuestión de ciberseguridad, algunos de los términos vigilados son técnicas utilizadas por grupos de protesta, como los ataques de denegación de servicio (DDoS) o las inyecciones SQL. En el mismo rubro, aparece el nombre de China, lo que deja entrever las sospechas del gobierno estadounidense respecto al titán asiático. Otras dos naciones que aparecen en la lista son Corea del Norte, en el rubro de palabras relacionadas con peligros nucleares; y Colombia, también asociada a la vigilancia al narcotráfico. Por último, la lista revela que aún sobrevive el temor por un rebrote de AH1N1, pues términos como influenza, cerdo o puerco aún son monitoreados. En las amenazas a la salud, hay varias palabras relacionados con la gripe aviar (H5N1), así como otras enfermedades como el Ébola, la varicela, la salmonela o la tuberculosis.
Las autoridades claman que esta vigilancia es una medida de precaución y perjuran que nunca la han utilizado para monitorear la disidencia (¿¡en serio!?). Es probable que en algunos casos, la intención sea justificable -como en términos de salud pública o prevención de desastres-, pero cuando hablamos de otro tipo de “amenazas”, el límite es prácticamente inexistente. Mira que con hablar de un DDoS o mencionar algún incidente del narcotráfico ya puedes entrar en sus redes de vigilancia. 2012 es el nuevo 1984.
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