El solsticio de invierno es una fecha única que marca el fin y el comienzo de un nuevo ciclo. Así lo han visto todas las culturas a lo largo de los siglos a lo ancho del planeta. Y así lo seguimos celebrando hoy día.
En todo el hemisferio norte ha llegado un momento particular del año. En estas fechas las noches son más largas y los días muy efímeros. Pero esto también se mezcla con las fiestas de Navidad en la cultura occidental. ¿Cuál es el origen de esta celebración y qué relación tiene con el solsticio de invierno? Porque sí, el día más corto del año es en parte responsable de que a día de hoy disfrutemos de algunos días de descanso.
¿Qué pasa en el solsticio de invierno?
El solsticio de invierno, como todos seguramente sabemos, es el día más corto del año. En el hemisferio norte este día ocurre entre el 20 y el 23 de diciembre, mientras que en el hemisferio sur es justo al contrario, y ocurre entre el 20 y el 23 de junio. Efectivamente, para quien todavía no lo sepa, ahora mismo en el hemisferio sur es verano. Pero, volviendo al solsticio, ocurre por una cuestión muy sencilla: la inclinación del eje terrestre. La traslación de nuestro pequeño planeta con respecto del sol provoca que lo veamos cada vez con un menor angulo sobre el ecuador celeste. Al alcanzar la menor distancia angular (o mayor distancia angular negativa, más bien), la posición del sol acaba con un ciclo y comienza otro, alargándose de nuevo los días.
Desde el solsticio de verano, cuando ocurre justo lo contrario, el sol va acortando su vida en el cielo hasta llegar al de invierno, la noche más larga. Esto no pasó desapercibido ante ninguna cultura. Por ejemplo, para la cultura celta el calendario comenzaba y terminaba con la duración de los días. En Oriente, la cultura china se celebra el DōngZhì, mientras que en Persia se veneraba a Ahura Mazda en la fiesta de Deygān. Prácticamente todas las civilizaciones que conocemos se percataron en su momento de este fenómeno. La gran mayoría de ellas, de hecho, desde Occidente a Oriente, marcaron estos ciclos solares en sus calendarios, normalmente como parte de algo importante. Y es lógico, al fin y al cabo el sol marca nuestra vida diaria y estacional de una forma única y esencial.
Sol invictus
A mí particularmente me gusta un ejemplo de cómo el sol nos ha marcado siempre. La fiesta del sol invictus y las saturnales romanas. Estas son la base, tanto en fechas como en costumbres, de nuestra actual Navidad, la fiesta de la Natividad. Básicamente, las saturnales son las fiestas que celebraban en el imperio romano en honor al dios Saturno en su aspecto de dios de las cosechas y trabajo con la tierra. Estas fiestas se celebraban en torno al 17 de diciembre, aunque se fueron alargando para dar descanso a los granjeros. Una cosa importantísima de esta festividad es el carácter social que tenía un día festivo para todo el mundo. Las saturnales se parecían más a una especie de carnaval con regalos, aunque se alargaba en el tiempo con fiestas de carácter más privado. El día 23 de diciembre, sin embargo, llegaba la sigillaria, el día de los regalos.
Desde de la costumbre de regalar cosas, hasta las fechas concretas, las fiestas de Navidad que vivimos hoy en día conservan mucho de las viejas fiestas
Durante este día, se regalaban figuritas de cera, recipientes y otros objetos. Las saturnales acababan el día del sol invictus, o en el nacimiento del Sol Invicto, como representación de un triunfo de la luz sobre las tinieblas. Precisamente esta fiesta es la que fue adoptada siglos después en representación del nacimiento de Jesucristo, por su paralelismo con el sol (deidad lumínica y de importancia suprema). Las saturnales no son las primeras fiestas, ni mucho menos, celebradas en honor a los ciclos del sol. De hecho, estas provienen, probablemente, de otras fiestas anteriores, la Kronia, de origen griego y cuyo paralelismo es clarísimo. Por otro lado, se sabe que otras culturas anteriores celebraban ya el solsticio y sus fiestas de guardar: celtas, sumerios, acadios... Pero, volviendo a las saturnales, estas fiestas han ido evolucionando de diversa manera.
Desde la probable adaptación de la costumbre de regalar cosas, que veíamos en la sigillaria, hasta las fechas concretas, que han ido variando al cabo de los siglos, las fiestas de Navidad que vivimos hoy en día conservan mucho de viejo pero con toques nuevos. Así, la navidad en sí no coincide del todo con el solsticio de invierno (el cual, por otra parte, también "baila" en el calendario). Pero al cabo de milenios, al final, las fiestas representan lo mismo y en unas condiciones muy parecidas: todos nos acercamos más, nos demostramos lo que sentimos mediante regalos y celebramos que la vida continúa. Y todo debido a esa bola de fuego gigante que nos da calor cada uno de nuestros días.
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