The Imitation Game, la película que narra la vida de Alan Turing, ha llegado a los cines rodeada de polémica. ¿Hemos tirado por la borda años de esfuerzo de la divulgación científica?
Sólo quince minutos a pie separan el Jardín Botánico del King's College de Cambridge. Ambas instituciones albergan el recuerdo de figuras imprescindibles de la historia de la ciencia. Nos referimos a Isaac Newton y Alan Turing.
El segundo ha vuelto a ser protagonista de encendidos debates durante las últimas semanas. La película The Imitation Game, promocionada como su biopic histórico, ha cosechado aplausos y críticas a partes iguales. Nominada a los premios Oscar 2015, la obra protagonizada por Benedict Cumberbatch ha sido acusada de contener numerosos errores sobre la biografía y la personalidad del criptógrafo y matemático británico.
El primer medio en encender la mecha fue The Guardian. Sin pelos en la lengua, el periodista Alex von Tunzelmann acusaba al director Morten Tyldum de "inventar una nueva calumnia para insultar la memoria de Alan Turing". Casi nada. Parece como si hubiéramos desaprovechado la ocasión perfecta para reivindicar el trabajo de Turing, tirando por la borda años de esfuerzo en el campo de la divulgación científica. ¿O no?
El manzano del jardín de Cambridge
Cambridge es una pequeña localidad inglesa, situada a orillas del río Cam. A pesar de su pequeño tamaño (apenas superaba los 100.000 habitantes en 2001), debe su fama a la Universidad de Cambridge, considerada como una de las instituciones académicas más prestigiosas del mundo. Por sus residencias y facultades han pasado numerosos premios Nobel, y pasear por sus calles supone echar la vista atrás hacia el descubrimiento de la doble hélice del ADN o los primeros pasos de Charles Darwin como naturalista.Cuentan que Newton descubrió la teoría de la gravedad por culpa una manzana
Cambridge es historia viva. También lo es su importantísimo Jardín Botánico. Fundado en 1752, cuenta con más de 16 hectáreas de colecciones de plantas nativas británicas y de especies de otros climas. Los turistas, sin embargo, suelen preguntar por un manzano. No se trata de un manzano cualquiera. Es el manzano de Newton.
La especie Malus pumila exhibida en el jardín es un vástago del árbol original que existía en la casa donde nació Isaac Newton, situada en Woolsthorpe Manor. Dice la cultura popular que un día, sentado bajo su manzano, Newton sufrió en primera persona la acción de la teoría de la gravedad. Una manzana cayó en su cabeza. Una historia bonita, bien adornada y que ejemplifica a la perfección la hipótesis del físico británico. Salvo por un pequeño detalle. La leyenda de la manzana jamás existió.
Hel Hama (Wikimedia)
Las teorías de Isaac Newton fueron publicadas por primera vez en 1687, con el título de Principia Mathematica. En ninguno de sus textos menciona la caída de una manzana. Sin embargo, la anécdota es hoy una de las más populares en el campo de la divulgación. Según la Royal Society, la invención de la historia de la manzana de Newton es responsabilidad de uno de sus primeros biógrafos, William Stukeley.
Lo que Stukeley cuenta no es la historia de una manzana cayendo sobre la cabeza del joven Newton, sino más bien una recreación -a medio camino entre la ficción y la realidad- de cómo el físico formuló la hipótesis sobre la gravedad. La anécdota ha trascendido aquella publicación, y hoy es conocida en medio mundo. A pesar de que no sepamos si fue realmente verdad.
After dinner, the weather being warm, we went into the garden and drank thea, under the shade of some apple trees...he told me, he was just in the same situation, as when formerly, the notion of gravitation came into his mind. It was occasion'd by the fall of an apple, as he sat in contemplative mood. Why should that apple always descend perpendicularly to the ground, thought he to himself...
Encender la llama de la divulgación
La historia de la divulgación científica está plagada de curiosidades a medio camino entre la realidad y la ficción. Por ejemplo, otro de los grandes investigadores de la historia, Albert Einstein, es a menudo acusado de haber sido un vago durante su época de estudiante. Si tecleamos "Einstein failed maths" en Google, la búsqueda nos devolverá cerca de 350.000 resultados.The Imitation Game, aun sin ser fidedigna, consigue emocionarnos
Curioso, ¿verdad? La historia, sin embargo, se repite. Como explican en Time, Albert Einstein ya dominaba el cálculo diferencial y el integral antes de cumplir los quince años. Sus malas notas en matemáticas son simplemente mentira. Algo similar ocurre, por tanto, en la película The Imitation Game.
La obra narra la vida de Alan Turing de una forma maestra. No fidedigna, a tenor de las críticas. Pero su historia, la historia particular de ficción que vemos en el cine, es brillante. Consigue emocionarnos, revolvernos en el asiento, asombrarnos ante su inteligencia y enfadarnos ante la mentalidad de la época.
Fui al cine a ver la película con mi hermano pequeño. Tiene sólo 15 años, y antes de entrar, sólo conocía el nombre de Alan Turing. 114 minutos después, salió de la sala haciendo preguntas sobre el matemático, asombrado ante su capacidad para romper Enigma. Él, y yo, a pesar de las evidentes 'licencias' de los guionistas, estábamos sedientos de respuestas sobre el trabajo realizado en Bletchley Park.
The Imitation Game lo había conseguido. Había encendido algo en nuestra cabeza, una necesidad de buscar más información, de hallar más respuestas, de aprender más. Dijo Plutarco hace siglos que "el conocimiento no era una vasija que se llenaba, sino una llama que se encendía". En mi opinión, esa es la definición perfecta de lo que debe ser la divulgación científica. Algo que nos atraiga, que nos emocione, que nos impulse a conocer quién estaba detrás del personaje -y no la persona- que interpreta Benedict Cumberbatch.
Necesitamos más películas así
Si una cosa está clara no es el número de errores que contiene The Imitation Game. Es la grandísima necesidad que tenemos de películas como ésta, o como The Theory of Everything, que recupera la vida y obra de Stephen Hawking. Porque a pesar de la frustración que puede habernos producido en el cine la película sobre Turing, por fin (¡POR FIN!) hablamos de películas que cuentan su historia. Una historia que pertenece al género de la ficción.
Y es que la realidad de la divulgación científica es triste, demasiado triste como para discutir sobre si Cumberbatch interpreta o no a una persona histriónica. Según un estudio de la Fundación BBVA, el 45,9% de los españoles no puede o no desea mencionar el nombre de ningún científico al ser preguntado sobre los tres investigadores más importantes de la historia. En Reino Unido, ese porcentaje se reduce al 26,8%.
En España, el 31,6% de las personas capaces de nombrar a algún científico hablaban precisamente de Albert Einstein. El 15,2%, de Isaac Newton. En Reino Unido sucedía algo similar: el 43,2% se refería a Einstein y el 23,9% a Newton. Más alejados se encontraban Hawking (10,5%), Marie Curie (9,3%), Charles Darwin (8,7%) o Louis Pasteur (8,3%). Por supuesto, entre los diez científicos más citados no aparece el nombre de Alan Turing.
La encuesta de la Fundación BBVA llama mucho la atención, no sólo por la abrumadora ignorancia científica que padecemos. En la mayoría de los países analizados, los dos investigadores más citados son precisamente Newton y Einstein. ¿Será acaso por las anécdotas e historietas que hemos usado para atrapar de algún modo a los lectores?
¿Nos tacharemos de malos divulgadores por recurrir a la historia de la manzana? ¿O debería preocuparnos más la nula cultura científica existente en la sociedad? A pesar de que es indudable que The Imitation Game contiene errores, prefiero aplaudir que exista esa iniciativa. Por fin vemos a Turing en la gran pantalla. Por fin logramos encender la llama, como vi en los ojos de mi hermano hace sólo unas semanas. ¿Lo demás? Vendrá después, estoy segura.
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