En Humai, una empresa australiana de reciente creación ha decidido apuntar alto y vender resurrecciones. De momento tienen una web con una foto de stock, una idea y un boletín en el que apuntar a los interesados – pero se supone que van en serio y quieren que dentro de unos 25 o 30 años se abra la «tienda» de verdad.
La resurrección se haría mediante inteligencia artificial: primero se grabaría toda la información posible sobre la persona, su estilo de conversación, patrones de comportamiento, «procesos del pensamiento» y funcionamiento de las funciones corporales, algo así como se hace hoy en día con sensores médicos pero mucho más avanzados.
La parte más difícil sería hacer llegar toda esa información al cerebro de la persona fallecida, que estaría implantado en un cuerpo artificial. Fabricar el «cuerpo robótico» no parece muy difícil; sí en cambio lo sería la «tecnología de clonado» que dicen se utilizaría para «copiar» el cerebro muerto en una nueva versión que iría creciendo y en la que se implantarían todos los datos recuperados previamente por los sensores.
En fin, una historia más propia de ciencia-ficción que de otra cosa, que permite hacerse muchas preguntas: ¿Funcionaría este concepto? ¿Serían las mismas personas el fallecido y el cerebro «resucitado»? ¿Llegará alguien nacido en nuestros días a poder vivir eternamente gracias a tecnologías como estas? Por no hablar de otras más mundanas como… ¿Elegirías resucitar en versión de lujo o en «versión barata con descuento»? ¿Y si se equivocan y te quedas «dormido» 10 000 años? ¿Cómo será de buena esa «inteligencia artificial» si hoy en día todavía tenemos que mover las manos para que el secamanos sepa que las hemos puesto debajo?
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