En una época en la que los SSD reinan sin discusión, HAMR es la gran esperanza de los discos duros tradicionales para seguir peleando, al menos, en la carrera del espacio.
Con mucha frecuencia hablamos de cómo la carrera por los números en ciertas tecnologías nos separan de los aspectos realmente importantes detrás de sus avances para el día. Ha sido algo muy típico en resoluciones de pantalla o megapíxeles en cámaras digitales, pero en esta era que vivimos, la capacidad de almacenamiento, ya sea en local o en la nube sigue siendo, y será, una de esas carreras que sí afectan a los intereses, porque cada vez generamos más datos. Tras hitos como el SSD de 16 TB de Samsung, los antiguos discos duros aún pueden tener mucho que decir en densidad de almacenamiento.
Hasta ahora, la densidad de almacenamiento de los discos tradicionales ha sido de 1 Terabit por pulgada, pero ese número puede quedar obsoleto muy pronto gracias a la grabación magnética asistida por calor (HAMR), que, para funcionar, utiliza, durante un corto período, láseres que calientan granos magnéticos (la manera en que se distribuye el material magnético para reducir tamaño) de tan sólo unos nanómetros de longitud. El reto es controlar adecuadamente el calor y el magnetismo en una escala tan minúscula.
Un equipo de físicos de TU Wien, en Viena, han llevado a cabo simulaciones que prueban que el proceso de escritura de HAMR funciona. Con ellas, han podido establecer que la densidad máxima óptima para un disco duro con HAMR sería de 13.23 Terabits por pulgada.
¿Qué supone esto para el consumidor? Según Christoph Vogler, coautor de la creación, los discos duros tradicionales podrían multiplicar por 10 su capacidad actual, conservando, por supuesto el mismo tamaño. Además, más allá del almacenamiento, el proceso conseguiría mayor estabilidad a largo plazos de los datos guardados, hecho de gran importancia ante la relativa poca fiabilidad de ciertos discos.
Para el consumidor, las ventajas están claras: mayor velocidad, fiabilidad y, sobre todo, capacidad. Alcanzar los 60 TB es el objetivo.
Con HAMR se puede superar el "trilema de la grabación magnética", que define los conflictos existentes entre estabilidad y capacidad de lectura y escrito, a medida que los granos magnéticos se reducen. El cambio de sus propiedades magnéticas se facilita tras esto, y las variaciones de temperatura producen cambios no pretendidos. Esto hace que la estabilidad a largo plazo de la información almacenada sea menor.
HAMR ayuda a que los granos mantengan su coercitividad, es decir, su estado magnético con presencia de campos magnéticos externos. Aprovechando que esto depende de la temperatura, se usa un láser que incrementa la temperatura de cada grano por encima de la temperatura Curie, lo que permite usar un pequeño campo magnético para escribir sobre ellos individualmente, no afectando a los demás.
El reto es grande, ya que se lleva investigando con la tecnología varios años, pero simulaciones de este tipo muestran que los discos duros de capacidades como 60 TB están más cerca que nunca.
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