El hecho indiscutible es que la música ha, literalmente, salvado mi vida y, creo, la vida de innumerables personas más. Proporciona compañía cuando no la hay, comprensión cuando hay confusión, calma cuando hay angustia, y una energía pura y limpia cuando todo lo que queda es una carcasa vacía rota y fatigada.
Instrumental: Memorias de música, medicina y locura, por James Rhodes. Blackie, 2015. 288 páginas.
James Rhodes fue violado en repetidas ocasiones por su profesor de boxeo entre los seis y los diez años, lo que lo llevó de ser un niño alegre y normal a lo que él denomina como el James 2.0, la versión autómata de él mismo, carente de sentimientos, sin ninguna esperanza de conseguir algo bueno de la vida, pero capaz de simular empatía y que todo estaba bien.
La culpa de todo esto es del profesor, el señor Lee, obviamente, quien mediante amenazas y manipulaciones hizo que James nunca contara nada a nadie; una de sus profesoras y su madre notaron algo, pero jamás fueron capaces de imaginar la magnitud de lo que le pasaba.
Cuando a los diez años le cambiaron de colegio el daño ya estaba hecho, así que siguió usando sus habilidades para camelar a la gente y su propio cuerpo, obteniendo cosas a cambio de favores sexuales a compañeros y profesores.
James aprendió a vivir con todo eso, incluso terminando el colegio con buenas notas, pero sobre todo con un enorme sentimiento de culpa, pues para él la culpa de todo lo que le pasaba era suya, aunque en su primer año de universidad la combinación de alcohol, tabaco, drogas, unidos a sus problemas mentales, le llevaron a una crisis que lo llevó a ser internado en un hospital psiquiátrico por primera vez.
Pero haciendo uso de sus habilidades como manipulador salió en cinco semanas, después de las cuales se fue un año a París para poner un poco de tierra por medio y para aprender francés. Al terminar este año volvió a Londres y se matriculó en psicología, terminando la carrera sin problemas, aunque luego se dedicó, con gran éxito a la venta de publicidad para una editorial.
Y así, con 26 años y una brillante carrera profesional se casó.
Todo parecía ir bien –a pesar de que las violaciones habían dejado secuelas en su espalda y en su psique– hasta que su mujer se quedó embarazada; eso, en lo que aparentemente es una reacción normal entre las personas que han sufrido abusos de pequeños, volvió a despertar todos sus fantasmas, causándoles nuevas crisis e internamientos que terminaron por costarle su matrimonio.
Sólo la música y algunos amigos de verdad, de esos que hay pocos en la vida, consiguieron salvarlo y lo mantienen cuerdo en la actualidad después de esas gran crisis.
A James le gusta la música desde pequeño, y de hecho dice que la música le ayudó a sobrevivir a sus años de violaciones, que era una especie de refugio; aprendió a tocar el piano, y en un momento dado quiso dedicarse profesionalmente a ello, aunque sus padres le dijeron que no le pagarían la carrera, así que durante diez años abandonó el piano para hacerse psicólogo, vendedor, y padre.
Entre los 18 y los 28 años no tocó un piano; sería estando ya casado, viendo lo que se le venía encima, cuando se decidió a volver a la música, buscando refugio en ella, y aunque en principio su idea era convertirse en agente de músicos, un contacto con el agente de Grigory Sokolov, quien para James es el mejor pianista del mundo en la actualidad, lo llevó a convertirse él mismo en músico.
James es en la actualidad un respetado pianista, que además siente que la industria discográfica, salvo muy pocas excepciones, está haciéndolo fatal con la música clásica (él odia que se le llame música clásica), así que da sus conciertos en vaqueros y camiseta, habla con el público durante ellos, está de nuevo casado…
Y da gracias cada día por la música, aunque sabe que su batalla contra sus monstruos interiores, los que el señor Lee instaló allí, durará toda su vida, sólo que ahora que lo ha contado cree que le será más fácil ganarles la partida.
James empezó a escribir este libro en 2013, con 38 años, pero no pudo verlo publicado hasta 2015 porque su ex mujer, viendo lo duro –muy duro– que es el lenguaje utilizado en él y lo duras que son muchas de las cosas que cuenta intentó que no se publicara.
A mí me ha parecido un libro precioso, a pesar de lo duro que es, por lo valentía de James a la hora de contar lo que le pasó, lo que aún le pasa, no sólo porque a él le haya servido como terapia hacerlo, sino también por el apoyo que puede representar para personas que se hayan visto, que se estén viendo en las mismas circunstancias. Es un libro que te engancha, que te revuelve, pero muy recomendable, aunque obviamente no para todos los públicos.
Eso sí, me sobran un poco las partes en las que habla del sello musical que ha montado; suenan un poco demasiado a publicidad… Pero, hey, es su libro.
Como extra, cada uno de los capítulos tiene su banda sonora y empieza con un pequeño texto sobre una obra para piano o adaptada al piano escogida por el autor; la lista está disponible en Spotify.
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