Artículo publicado por Philip Ball el 23 de febrero de 2011 en Nature News
Philip Ball se pregunta si los científicos son adictos al uso de imágenes a costa de inducir al error al público y a ellos mismos.
Las metáforas influyen en la forma en que pensamos. En un artículo publicado en PLoS ONE, Paul Thibodeau y Lera Boroditsky, psicólogos de la Universidad de Stanford en California, demuestran que la gente aprueba distintas respuestas al crimen cuando se les presenta como una ‘bestia’ o como un ‘virus’ que causa estragos en la sociedad1. En el primer caso, es más probable que soliciten un sólido reforzamiento de la legislación, mientras que en el segundo están más abiertos a soluciones tales como la rehabilitación y la comprensión de las causas raíces.
Tal vez, el aspecto más impactante de este estudio, es que los participantes no eran conscientes del cómo el contexto metafórico afectaba a su razonamiento. En lugar de reconocer el efecto de la imagen, encontraron formas de racionalizar sus decisiones en base a información aparentemente objetiva como la estadística. “Lejos de ser simples florituras retóricas”, dicen Thibodeau y Boroditsky, “las metáforas tienen profundas influencias en cómo conceptualizamos y actuamos respecto a importantes temas sociales”.
Haber demostrado y cuantificado esto es muy valioso – en particular debido a que subraya algo que los políticos y sus asesores nunca han dudado. Si hay un asesor de publicidad o redactor de discursos que no se haya dado cuenta de que las metáforas influyen en la opinión, es un misterio cómo logró su trabajo.
No es difícil ver por qué un ‘crimen como bestia salvaje contra presas’ anima a la gente a pensar en cómo capturarlo o matarlo, mientras que ‘crimen como virus’ fomenta más simpatía por una comprensión ‘científica’ de las causas. Pero en muy raras ocasiones, tales metáforas se investigan a un nivel más profundo.
En ambos casos, el crimen se presenta como una fuerza (malévola) de la naturaleza, fuera de las competencias humanas. Ya sea bestia o virus, el criminal no es como nosotros – no es humano. Por la misma razón, una ‘guerra contra las drogas’ o una ‘guerra contra el terror’ no es sólo una imagen emotiva, sino que despliega una narrativa militarista que guarda poca relación con la realidad.
Mentalidad de inducir a error
En la literatura, la metáfora tiene fines poéticos; en política, es un (sutilmente manipulador) argumento por analogía. Pero en ciencia, la metáfora está ampliamente considerada como una herramienta esencial para la comprensión. Entonces, ¿dónde nos deja este último trabajo?
Mientras que el ejemplo del crimen usado aquí atribuye un a un agente natural acciones humanas, la ciencia normalmente invoca las metáforas en el otro sentido: los procesos naturales se describen como si fuesen el resultado de una intención. Este tendencia antropomorfizadora fue bautizada en el siglo XIX como la ‘falacia patética’ por el crítico John Ruskin, aunque también había sido señalada por el científico y filósofo Francis Bacon, dos siglos antes.
La falacia patética es un hábito profundamente arraigado e influyente, especialmente en biología2-6, donde los indicios de agentes inteligentes parecen irresistibles incluso para aquellos que los condenan. El más famoso a este respecto es el ‘gen egoísta’ propuesto por el biólogo Richard Dawkins en su libro de 1976 del mismo título. La metáfora de Dawkins es adecuada y comprensible casi hasta el punto de la inevitabilidad, dada la idea que quiere transmitir. Pero sus problemas van más allá del hecho de que los genes, por supuesto, no son egoístas de la forma en que lo es la gente (es decir, no son egoístas en absoluto).
El ‘gen egoísta’ apoya la idea Darwiniana de un mundo que no se preocupa del punto de ser positivamente desagradable: una imagen que a veces ha provocado resistencia en las ciencias en general, y en la selección natural en particular. Y, como ha defendido sólidamente Denis Noble, fisiólogo de la Universidad de Oxford en el Reino Unido, la idea de que los genes sean egoístas es totalmente innecesaria para comprender cómo funcionan, y es, en cierto modo, una inducción al error7.
Pero tampoco es mejor hablar de ‘genes cooperativos’ en lugar de esto, que es igualmente desinformativo y cargado de valores. Los genes no son más egoístas o cooperativos que felices o gruñones. Es la idea de metáfora científica, en general, donde está la problemática9.
En guardia
Libros de la vida, ADN basura, códigos de barras de ADN: estas tres imágenes pueden y han distorsionado la imagen, en particular, porque los propios científicos a veces olvidan que son metáforas. Y cuando la ciencia avanza – cuando descubrimos que el genoma no es un libro ni un croquis – la metáfora tiende, no obstante, a mantenerse. Cuanto más vívida es la imagen, más peligrosamente seductora y resistente al cambio se vuelve.
Thibodeau y Boroditsky nos dan una nueva razón para desconfiar, por su demostración de la manera inconsciente en que las metáforas colorean nuestro razonamiento. Esto parece cumplirse de la misma forma en la ciencia – especialmente en una tan emotiva como la genética – que en el discurso social y político.
La mayor parte de científicos probablemente estarían de acuerdo con Robert Root-Bernstein, fisiólogo de la Universidad Estatal de Michigan en East Lansing, que dice que”las metáforas son esenciales para hacer y enseñar ciencia”10. También podrían simpatizar con Paul Herbert, biólogo de la Universidad de Guelph en Canadá, que responde a las críticas de su metáfora del ‘código de barras de ADN’ 11 preguntando: “¿Por qué querríamos ser tan científicamente correctos si eso hace nuestra ciencia tediosa?”3.
Pero la necesidad de metáforas en ciencia está en peligro de convertirse en un dogma. Tal vez estamos demasiado ansiosos por encontrar una metáfora clara en lugar de simplemente explicar qué está pasando tan clara y honestamente como podamos. Podríamos tratar de reconocer que algunas ideas científicas son “una realidad más allá de la metáfora”, como el Premio Nobel David Baltimore, biólogo del Instituto Tecnológico de California en Pasadena, ha comentado sobre el ADN3. Como mínimo, una metáfora sólo debería admitirse en la ciencia después de un examen estricto. Deberíamos prestar atención a la advertencia de los pioneros en cibernética Arturo Rosenblueth y Norbert Wiener sobre que “el precio de la metáfora es una vigilancia eterna”12.
Referencias
- Thibodeau, P. H. & Boroditsky, L. PLoS ONE 6, e16782 (2011). | Article |
- Nelkin, D. Nature Rev. Genet. 2, 555-559 (2001).
- Nerlich, B. Elliott, R. & Larson, B. Communicating Biological Sciences (Ashgate, 2009).
- Nerlich, B. & Dingwall, R. in Cognitive Models in Language and Thought: Ideology, Metaphors and Meanings (eds Dirven, R., Frank, R. & Pütz, M.) 395-428 (Mouton de Gruyter, 2003).
- Kay, L. E. Who Wrote the Book of Life? (Stanford University Press,2000).
- Keller, E. F. Refiguring Life (Columbia University Press, 1996).
- Noble, D. The Music of Life (Oxford University Press, 2006).
- Lakoff, G. & Johnson, M. Metaphors We Live By (University of Chicago Press, 1981).
- Brown, T. L. Making Truth: Metaphor in Science (University of Illinois Press, 2003).
- Root-Bernstein, R. Am. Sci. 91, (2003).
- Hebert, P. D. N., Cywinska, A., Ball, S. L. & deWaard, J. R. Proc. R. Soc. B 270, 313-321 (2003). | Article | ISI | ChemPort |
- Lewontin, R. C. Science 291, 1263-1264 (2001). | Article | ISI |
Autor: Philip Ball
Fecha Original: 23 de febrero de 2011
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