Artículo publicado por Heidi Ledford el 3 de enero de 2012 en Nature News
Los críticos dicen que la controversia sobre la publicación de la investigación de una mutación del H5N1 destaca las debilidades en bioseguridad.
“No quiero atemorizar a la gente”, dice el microbiólogo Paul Keim. “Pero aquí el escenario del peor caso es simplemente demasiado grande”.
Keim, que preside el Panel de Asesoramiento Científico Nacional de Estados Unidos para Bioseguridad (NSABB), reflexiona sobre su recomendación sin precedentes de censurar dos artículos científicos que describen cómo hacer una forma más transmisible del virus de la gripe aviar H5N1. El 20 de diciembre, el panel dijo que aunque las conclusiones generales podían publicarse, los artículos (actualmente en revisión por parte de Nature y Science) no deberían incluir “los detalles metodológicos así como otros que pudiesen permitir la replicación de los experimentos por parte de aquellos que buscarían causar daños”.
Esta advertencia ha disparado las críticas sobre NSABB desde todos los flancos. Aunque el panel ha dicho que un grupo de investigadores seleccionados tendrían acceso a los detalles completos del trabajo, algunos científicos los han acusado de tratar de restringir la comunicación académica, y sugieren que una publicación parcial podría obstaculizar la investigación, que trata de ayudar a los humanos a defenderse contra una gripe pandémica. Otros se quejan, no obstante, de que NSABB ha hecho demasiado poco y demasiado tarde, por proteger al mundo de un patógeno creado por el hombre que es potencialmente peligroso.
Tal vez lo más preocupante es que algunos defienden que el NSABB – un cuerpo puramente asesor – no está equipado para supervisar la investigación que podría suponer una amenaza de bioseguridad. “El NSABB no está preparado para hacer nada”, dice John Steinbruner, experto en seguridad en la Universidad de Maryland en College Park. “Es sólo una forma de pretender que hay algún tipo de supervisión donde no la hay”.
Las raíces del NSABB se remontan a los ataques de ántrax de 2001 en los Estados Unidos, cuando unas cartas impregnadas con el patógeno mataron a cinco personas e infectaron a más de otra docena. Los ataques provocaron una llamada a la limitación de las publicaciones de investigaciones científicas que los terroristas pudiesen usar para diseñar armas biológicas. Los científicos, a su vez, temieron que el gobierno pasase a regular el trabajo delicado. “Había un sentimiento, ya fuese correcto o incorrecto, de que si la comunidad científica no actuaba para proteger la integridad de la ciencia, el gobierno se extralimitaría y habría censura”, recuerda Ronald Atlas, microbiólogo de la Universidad de Louisville en Kentucky, que en ese momento era el presidente electo de la Sociedad Americana de Microbiología. Esa sociedad era una de las muchas que propusieron un sistema en el cual los investigadores se regularían a sí mismos, con la ayuda de una panel asesor compuesto por científicos. El gobierno de los Estados Unidos estuvo de acuerdo, y nació el NSABB en 2004.
“Nos acusan de ser unos chicos malos”, dice Keim, que trabaja en la Universidad de Arizona del Norte en Flagstaff. “Pero la mayor parte de lo que hemos hecho es hacer retroceder regulaciones más estrictas”. Desde su origen, Keim dice que sólo se ha pedido al NSABB que revise seis artículos, incluyendo dos de 2005 que describían la reconstrucción del virus de la gripe de 1918 que se cree que mató a más de 20 millones de personas. En ese caso, el panel recomendó que los artículos simplemente se corrigiesen para explicar con detalle los beneficios para la salud pública de la investigación.
Pero hay más en juego en el trabajo de H5N1, debido a que los virus alterados se extenderían rápidamente entre animales de laboratorio que respiren el mismo aire. Si se cumpliese lo mismo en humanos, las nuevas cepas podrían combinar la alta tasa de mortalidad de H5N1 – mucho mayor que la de la gripe de 1918 – con la rápida transmisión de la gripe estacional (ver Nature 480, 421–422; 2011). Añade la incertidumbre sobre la eficacia y disponibilidad de las vacunas y medicamentos para combatir el virus, y el riesgo de un mal uso se convierte en más terrorífico que cualquier otro caso que haya considerado el panel, dice el miembro del NSABB Kenneth Berns, microbiólogo de la Universidad de Florida en Gainesville.
Los editores jefe de Nature y Science han reconocido las preocupaciones del NSABB, pero dicen que se reservan el juicio sobre si censurar los artículos hasta que el gobierno de los Estados Unidos proporcione detalles sobre cómo permitirá que los auténticos investigadores obtengan la información redactada.
Steinbruner está frustrado por el hecho de que no exista tal mecanismo. Hace unos cinco años, él y sus colaboradores estudiaron un escenario similar al de los estudios de transmisibilidad de H5N1, y se dieron cuenta que el gobierno tendría que construir un sistema para diseminar tal información entre un conjunto limitado y vetado de usuarios (J. Steinbruner et al.Controlling Dangerous Pathogens: A Prototype Protective Oversight System; Center for International and Security Studies at Maryland, Univ. Maryland, 2007). Dice que notificó al NSABB sus hallazgos, sin resultado.
Keim comenta que averiguar cómo distribuir información sensible “no es nuestro trabajo”, añadiendo que puede ser del Departamento de Salud y Servicios Humanos del gobierno de los Estados Unidos (DHHS), posiblemente con la guía de la Oficina de la Casa Blanca sobre Política Científica y Tecnológica.
Otros expertos en bioseguridad dicen que el NSABB debería haberse implicado antes en la revisión del trabajo sobre H5N1. “El momento en el que se necesita una acción es en el nivel de concesión de becas”, dice Laura Kahn, experta en seguridad en la Universidad de Princeton en Nueva Jersey. Pero el NSABB sólo puede evaluar un proyecto cuando el DHHS le pide explícitamente que lo haga. Keim y otros miembros del panel esperan que en un futuro se les pida que lo evalúen antes.
“Todo este tiempo deseamos ayudar al gobierno de los Estados Unidos a poner en marcha un sistema de supervisión mucho más proactivo y de mayor alcance”, dice David Relman, microbiólogo de la Universidad de Stanford en Palo Alto, California, y miembro del panel desde su inicio. Pero “todo esto tiene cierto coste, no sólo en términos de trabajo, carga y tiempo, sino también de dólares y personas”.
Para los expertos en seguridad como Steinbruner, la mejor solución es reemplazar el panel, o complementar su papel, con un sistema de supervisión de bioseguridad obligatorio. Incluso algunos científicos que han defendido con fuerza la autoregulación dicen que han quedado desencantado con el rendimiento del NSABB. “Me hubiese gustado verlos hacer algo más”, dice Atlas.
Puede que se cumpla su deseo. En el transcurso de sus deliberaciones sobre los artículos de H5N1, el NSABB quedó al tanto del trabajo adicional sobre la transmisibilidad del H5N1 que estaba casi para publicarse. Keim dice que el panel está ahora considerando si recomendar una moratoria voluntaria sobre la publicación de tal trabajo hasta que la comunidad pueda debatir mayores precauciones para evitar un mal uso. Espera que el panel vote sobre esto en unas semanas, y añade: “Es hora de que tengamos un debate amplio y global”.
Artículo de referencia: Nature 481, 9-10 (05 January 2012) doi:10.1038/481009a
Autor: Heidi Ledford
Fecha Original: 3 de enero de 2012
Enlace Original
No hay comentarios:
Publicar un comentario