Afortunadamente estamos dejando atrás algunos vicios como país y como pueblo. Uno de ellos es el de la adoración automática y enfermiza, por temerosa, de ciertas figuras que nos legó el medioevo (mentalidad que, por cierto, originó la invasión y exterminio perpetrados en estos territorios durante la Colonia). Así, hemos ido superando el terror a la sotana, a la toga y el birrete, a la peluca del magistrado; al boato de momias, al olor a incienso y alcanfor que destilan los rituales conservadores por excelencia.
Hoy toda figura de autoridad está siendo sometida a las lupas de un pueblo que le ha descubierto la dimensión humana a lo que antes parecía sagrado e intocable. Sin embargo, persisten algunos temores, llamados y tendencias a respetar figuras de más reciente aparición; el “gerente eficiente” encarnado en el empresario o profesional universitario que se cree superior por serlo, es una de ellas. Y como todavía queda por allí quien se deja impresionar con el currículum o historial de ciertos aspirantes a dominar al país, para entregárselo ya sabemos a qué hegemonías, despuntan en el horizonte, con una enorme maquinaria de prensa y artillería audiovisual a sus espaldas, individuos del talante propagandístico de un Capriles Radonski y un Leopoldo López.
Ninguno de ellos tiene conexión alguna con lo que llamamos pueblo; la gente oprimida y excluida por el sistema capitalista no tiene razón ni motivo alguno para guardarle afecto o simpatía a semejantes especímenes, ya que ellos representan justamente el segmento social que ha excluido y explotado a los pobres del mundo. Pero en este punto es donde comienza a activarse el mito, y ellos lo explotan así: “Yo, gerente eficiente que goberné un municipio como Baruta o Chacao, puedo convertir a Venezuela en ejemplo de organización y limpieza”. Fácil: la gente no vive “bien” en Baruta y Chacao porque allí vivan mayoritariamente familias millonarias, de clase media alta, sino porque estos pimpollos (provenientes de familias millonarias también) son “gerentes eficientes”. Según esa propaganda, que es a un mismo tiempo cómica y grotesca, por irrespetuosa e insultante, si Leopoldo López llegara a presidente enseguida La Ruezga Sur y La Carucieña serían como Colinas de Santa Rosa, La Rosaleda y Las Trinitarias, y La Charneca y El Guarataro serían como La Floresta y La Castellana. La otra parte del mito pretende vender la especie de que si uno copia el modelo organizativo inglés entonces un día Caracas será como Londres. Olvídese de los miles de años de historia de cada país y de desarrollo desigual y de la condición de saqueadores de unos y explotados de otros: usted pone en Miraflores a alguien que estudió en Oxford y ya, nos convertimos en país desarrollado y casi europeo.
De ese mito infecto ha comenzado a alimentarse la precampaña electoral del antichavismo. Y, conociéndolos como los conocemos, no cambiará. El conservador promedio es predecible.
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lunes, 16 de enero de 2012
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