Me negué en redondo a leer sobre Black Mirror, la había encontrado por casualidad en mi página de consulta habitual sobre series británicas y el nombre me gustó, así que me la apunté. Semanas más tarde convencí a mi pareja para verla; ninguno de los dos sabía nada sobre la serie, ni argumento, ni reparto, ni duración, nada. Había evitado todo blog, tweet, imagen y recomendación vía Facebook sobre Black Mirror y creo que fue una acertada decisión. He de admitir que me fascina, en esta era de sobre-información, llegar a algo sin haberlo consultado previamente en Internet. A veces evito toda la información que rodea a una serie, a un libro, a un lugar, a una película o a cualquier otra cosa que me interese, con la sana intención de sorprenderme cuando la vea por mi misma.
Visionar esta serie ignorando su contenido y su temática es una bendición; es abrir los ojos y la mente a una experiencia seriéfila de lo más recomendable y excitante. Así que si alguien está pensando en ver Black Mirror que no siga leyendo, se lo pido por favor y cuando la hayáis visto, seguro, me daréis las gracias.
A partir de aquí leed bajo vuestra responsabilidad.
¿Qué es Black Mirror?
Se trata de una miniserie británica que consta de tres episodios. Una apuesta tan provocativa como necesaria, una mirada al futuro que nos espera. Palabras como Twitter, Facebook, avatares, Youtube, Ipad, Wii, trending topic… marcan el camino hacia un futuro lleno de tristeza. Black Mirror nos muestra en tres tristísimos episodios la distopía que estamos creando. Los tres capítulos están plagados de ideas y conceptos que ya conocemos, es muy fácil encontrar en sus historias muchos puntos en común con obras como 1984 de George Orwell o Un Mundo Feliz de Aldous Huxley.
Charlie Brooker, guionista, crítico, escritor y creador televisivo – suya era aquella gamberrada llamada Dead Set – es el responsable de esta tragedia aderezada con tecnología. Black Mirror es una apuesta original, hipnótica y desafiante que critica, a veces sin demasiada sutileza, la política, el arte y la sociedad que estamos construyendo con este mundo globalizado y permanentemente conectado. Es una de las mejores diez nuevas series de este año 2011.
El primer episodio se emitió el 4 de diciembre de 2011 en Channel 4, The National Anthem fue un puñetazo en el estómago que me dejó sin respiración, que me obligó a ver los dos siguientes capítulos: 15 Million Merits y The Entire History of You. Las tres historias son independientes entre sí; los actores y los lugares donde se sitúa la acción no se repiten y el único nexo entre los tres episodios es el efecto de las nuevas tecnologías sobre la sociedad y las relaciones humanas. Son tres historias que dejan huella en el espectador, no es posible ver Black Mirror sin experimentar ciertas emociones, sin plantearse ciertas cosas, sin sentir cierta pesadumbre. Además hay momentos en los que lo que sucede en pantalla resulta demasiado cercano, demasiado reconocible, obligándonos a replantearnos muchas de nuestras actitudes con respecto a las nuevas tecnologías y a las redes sociales. Recomiendo fervientemente el visionado de esta desafiante, impactante y agorera obra televisiva.
The National Anthem
- ¿Y ahora qué? ¿Qué dice el manual? - pregunta aterrado el Primer Ministro.
- Esto es territorio virgen, Primer Ministro. No hay manual - le responde su asesora
Una llamada a altas horas de la madruga despierta al Primer Ministro británico, su gabinete se reúne con él parece que alguien ha secuestrado a la princesa Susannah, algo así como una Lady Di del siglo XXI. El secuestrador ha subido un vídeo a Youtube donde se ve a la joven atada a una silla y llorando mientras lee las peticiones del secuestrador. En realidad sólo hay una petición, para que la princesa regrese sana y salva a su hogar el Primer Ministro debe aparecer por la televisión nacional, en directo, a las cuatro de la tarde y siguiendo una serie de instrucciones muy específicas manteniendo relaciones sexuales con una cerda.
El Primer Ministro mira incrédulo la pantalla y luego a su equipo, cree que es una broma, no puede ser cierto. ¿Cómo le iban a pedir eso? Pero ahí está el vídeo y nada menos que en Youtube, en unas horas miles de personas lo habrán visto y Twitter echará humo. Aunque el gobierno pide a la prensa que se mantenga al margen es inevitable que la noticia estalle ante las narices de todos y que la opinión pública se haga eco de la situación. Twitter manda y lo que es trending topic es noticia. Con un margen de tiempo muy estrecho el Primer Ministro tendrá que decidir sobre que es más importante si su dignidad o la vida de la princesa adorada por el pueblo.
Por otro lado vemos como la sociedad responde ante una situación tan morbosa y tan denigrante para un ser humano. El acto en sí va a ser televisado, todos podrán ver como el Primer Ministro se lo monta con una cerda y todo el mundo lo verá, la gente se reunirá en los bares y puestos de trabajo ante un televisor, las familias se sentarán en sus sofás y los amigos comprarán cervezas e irán a verlo a la casa del que tenga la pantalla más grande. Las calles estarán vacías y todo el país centrará su atención en el espectáculo. Pan y circo y vergüenza, pero no la del Primer Ministro sino la del pueblo que entre sonrisas, muecas de asco y expectante morbosidad se planta delante de la pantalla. Y para redondear la jugada el secuestrador no es más que un artista que se tacha su ocurrencia como la mayor obra de arte del siglo XXI.
Este primer episodio reflexiona sobre el poder de Internet como nuevo y todopoderoso medio de comunicación, la información circula libre por la red y nada ni nadie puede detenerla. Las redes sociales tienen más poder del que creemos pero ¿se usa correctamente ese poder? Vemos al gobierno sometido por el trending topic y a los medios ejerciendo su poder con nuevas armas que aún no saben manejar. ¿Quién guía a quién?
El capítulo es trepidante, no da tregua en ningún momento. Twitter, Youtube y los medios de comunicación son omnipresentes y la cara de incredulidad del actor que interpreta al político (Rory Kinnear) no tiene precio.
15 Million Merits
Este es el episodio que más arriesga estéticamente. Con ritmo pausado se nos cuenta la historia de Bing. El muchacho vive en mundo en el que las personas deben montar cada día en bicicleta y pedalear durante horas frente a una pantalla. Esta actividad les permite ganar méritos, créditos virtuales, que pueden usar para comprar comida, mejorar su avatar, acceder a pornografía… La única manera de dejar esa monótona vida atrás es un concurso de talentos muy similar a X-Factor. En él tres jueces, uno de ellos interpretado por un irreconocible Rupert Everett, pueden darte el pasaporte a una vida mejor.
En ese futuro aséptico y monótono no hay nada auténtico, todo es prefabricado, nada es real. La publicidad lo invade todo y es tremendamente agresiva. El capítulo en sus cuarenta y pocos minutos resulta tan efectivo como una película de dos horas, el entorno asfixiante donde vive Bing nos provocará la misma reacción que a él pero no hay salida, no hay silencio, no hay intimidad real, todo está mediatizado, todo está explotado. No existe lo real porque ha sido desmontado, empaquetado y vendido por partes para mayor satisfacción de una sociedad que no es capaz de ver los barrotes de su celda.
Hay detalles del capítulo que lo elevan por encima de la imaginería distópica común: el ciclista que acompaña a Bing cada día, un tipo ruidoso, estúpido y zafio al que dan ganas de golpear cada vez que abre la boca; la chica del concurso que se cree una gran cantante; la soledad del cubículo de Bing, el estallido de rabia del protagonista; los avatares personalizados.
Un día Bing conoce a una chica, se enamora y descubre que tiene una maravillosa voz, eso es algo real, algo tangible, algo único. Como posee 15 millones de méritos, herencia de su hermano muerto, le ofrece Abi la oportunidad de participar en el X-Factor, para entrar es necesario pagar 15 millones. Todo se precipita cuando Abi aparece ante las cámaras, inmediatamente es absorbida, tras ser tentada por el trío de jueces, por ese mundo publicitario y sin alma. Bing pierde así la única cosa que le había hecho sentirse vivo.
Lo que vemos es una crítica a los reality que anulan la individualidad en favor del espectáculo, que venden falsos ídolos a una audiencia que aplaude o llora cuando se lo mandan sin llegar a arañar la superficie de un producto hueco, deshumanizador y controlador. Pero lo peor no es eso, lo peor es que la única voz que se alza para denunciar la situación, la única persona que se da cuenta de que todo está mal, acaba entrando a formar parte de la maquinaria a cambio de una vida más confortable.
The Entire History Of You
Este tercer episodio me recordó mucho a las películas Eternal Sunshine of the Spotless Mind y The Final Cut.
Si lo deseas puedes grabar toda tu vida, momento a momento, segundo a segundo gracias al grano, un chip implantado en tu cabeza conectado a tus ojos. Puedes grabar todo aquello que veas, puedes almacenarlo en un banco de datos, puedes recuperar cualquier momento para verlo una y otra vez, puedes ampliar detalles y analizar expresiones, puedes compartirlo con tus amigos y familiares; y lo más importante, no puedes olvidar. La única manera sería arrancando el grano de tu cabeza.
El cierre de la trilogía se centra en una pareja. Durante una cena con los amigos de la mujer, el marido se obsesiona con la relación entre su esposa y uno de los asistentes a la cena. Liam se pasará todo el episodio revisitando la cena una y otra vez, analizando cada mirada, cada frase, cada gesto. Está convencido de que su mujer le oculta algo, de que hay algo entre ella y ese hombre; sus celos no le dan tregua, su obsesión traspasa la pantalla.
Personalmente fue el capítulo que más me gustó. Me gusta la obsesión de Liam, me gusta como va descubriendo poco a poco a base de insistencia y de visionados la verdad sobre su matrimonio, me gusta la idea de que es imposible perdonar y redimirse sin olvidar. Si revisitamos el pasado constantemente, si el pasado se convierte en presente y si sabemos que estará en nuestro futuro es imposible pasar página y olvidar el dolor para volver a ser felices en algún punto.
Hay dos grandes escenas en este episodio: la primera es la escena de la pareja haciendo el amor usando imágenes del pasado para excitarse; la otra es la de Liam desgranando cada aspecto de la cena mientras bebe.
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