Cuando el séptimo arte aún se encontraba en proceso de gestación, el montaje ruso creó un patrón que servirá como modelo para el resto de películas posteriores.
En la actualidad, cuando hablamos de montaje no podemos evitar hacer referencia a filmes de directores como Scorcese, Tarantino o David Fincher (entre muchos más). Sin embargo, los orígenes de esas técnicas se sitúan casi un siglo atrás, en una época donde el cine aún era un arte desconocido en gran parte del mundo.
El montaje ruso realizado en las películas creadas durante 1920 empezará a experimentar con esas técnicas, aquellas que intentaban comprobar cómo la forma en la que se mostraba un largometraje podía intervenir en el significado que éste transmitía.
Eisenstein o Dziga Vertov son solo algunos de los nombres más importantes de esos jóvenes cineastas soviéticos. Crear un modelo de narrativa audiovisual era algo necesario, especialmente en un periodo donde muchas grabaciones solo mostraban escenas como si de un teatro se tratase, con un escaso sentido del ritmo al intercalar diferentes planos.
Como vemos en suite101, el autor cita al libro “Introduction to Film Studies” donde Jill Nelmes define el montaje como “"la técnica que se basa en unir dos momentos o escenas de un film para que el espectador entienda que van relacionados de una forma o de otra. Se trata de que la audiencia extraiga un significado del enlace de esas imágenes separadas".
Ya por entonces existían figuras como David W. Griffith, que creará obras tan rompedoras como “El nacimiento de una nación” (1915), la cual a pesar de mostrar una historia de dudosa moralidad supone todo un hito en cuanto a técnica, ya que los planos dejaban de ser fijos para intercalarse entre sí.
Pero no será hasta la llegada del cine soviético de los años 20 cuando se empezarán a desarrollar unas teorías más específicas sobre aquello que podía transmitir el montaje cinematográfico. No obstante, debemos recordar que a causa del contexto ruso, la mayoría de las obras estarán marcadas por un claro tinte propagandístico.
El efecto Kuleshov
El llamado efecto Kuleshov fue uno de esos experimentos, con el que el cineasta Lev Kuleshov pretendía comprobar el efecto que tenían la sucesión de diferentes planos sobre el espectador.
Para ello, el ruso intercalaba planos de diferentes situaciones (un plato de sopa, un ataúd, o una mujer) con rostro del actor Iván Mozzhujin. A pesar de la expresión del figurante era siempre la misma, el público percibió que ésta cambiaba en función de la situación mostrada.
Así, se comprobó cómo el público colabora en la elaboración de significados, los cuales eran propiciados según la asociación mental que provocaba el montaje realizado por el director. Una herramienta psicológica que será puesta en práctica por aquellos interesados en difundir unos ideales, pero que ponía en evidencia una técnica que cambiaría los principios del cine.
Sergei Eisenstein
Tal y como se recoge en learn about film, Eisenstein será una figura clave para el surgimiento de diversas teorías sobre el tipo de montaje que debía hacerse, llegando a plantear incluso el tiempo que debía permanecer un plano en pantalla para que éste fuese efectivo.
Además, Sergei pondría en práctica el anteriormente mencionado efecto Kuleshov, algo que estará muy reflejado en películas como “October”, donde se intercalarán planos de símbolos cristianos con los de otras religiones, sugiriendo así que todas las religiones eran iguales.
Pero sin duda, una de las escenas más conocidas será la escalera Potemkin, grabada en de la ciudad ucraniana de Odesa para la película “El acorazado Potemkin”.
Se emplearon técnicas de montaje hasta entonces nunca vistas
En ella, los ciudadanos de la ciudad son acechados por las tropas zaristas, lo que se aprovechó para crear una de las escenas más icónicas del cine, donde se emplearon técnicas de montaje hasta entonces nunca vistas. Tras un plano general se usaba un plano detalle, posteriormente se seguía con un travelling vertical para luego pasar a otro más cerrado… aquello era diferente, tenía ritmo.
Podríamos decir que el montaje ruso de “El acorazado Potemkin” supuso un punto de inflexión en el séptimo arte. Como afirma el director soviético Pudovkin (1956), “para el director cada plano del film cumple el mismo propósito que la palabra para el poeta (…) el montaje es el lenguaje del director de cine”.
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