¿Creéis que a los pequeños artistas, a los autores independientes, no les iría bien en un mundo de cultura libre? Veamos cuáles serían sus posibilidades.
Un mundo de cultura libre es, siguiendo la semántica del propio concepto, aquel en el que se han liberado los derechos de distribución no comercial de los productos culturales. Con ello se garantiza el acceso generalizado a la cultura, es decir, que cualquier persona pueda ver una película, escuchar un disco, leer un libro, etcétera, al margen de su poder adquisitivo y, con internet, eliminando también las barreras físicas de la distancia, las fronteras y las jurisdicciones además de las económicas, y propiciando con ello una aceleración del desarrollo social con el aumento de las contribuciones.Los consumidores saben que lo original es lo mejor para disfrutar de la cultura
A esto se me puede oponer que, si todas las obras se encontraran disponibles gratuitamente, la gente preferiría ahorrarse el pago por su adquisición o el acceso a ellas y sus autores, productores y cada profesional implicado en el proceso de crearlas, distribuirlas y exhibirlas no podrían vivir de ello o ni tan siquiera recibir una justa remuneración por su trabajo. Pero, por un lado, que los derechos de distribución no comercial sean libres no implica que los propietarios de las obras dejen de comercializarlas y cobren por ello, y por otro, el caso es que la piratería ya hace que los productos culturales estén disponibles en internet de forma gratuita, muchas veces en pésima calidad, y ni esto ha perjudicado a su venta y exhibición: los consumidores saben lo que tiene de bueno lo original y lo que es mejor para disfrutar de las obras culturales; y al incrementar el acceso a los productos, igualmente se incrementarían las ventas por los que desean agenciarse las obras en un soporte físico. Lo único que perjudica de verdad a su negocio son los precios abusivos, que disuaden en las compras y en la frecuencia de las mismas, y en solucionar este problema deberían aplicarse.
Podrían replicarme también, y a eso voy, que si ya le resulta difícil a los pequeños autores y productores competir con los grandes, con aquellos que poseen sobresalientes recursos económicos y publicitarios, en una dinámica cultural en que la gratuidad de las obras esté garantizada, sólo con la gran difusión de que los poderosos son capaces se comerían a los independientes en las ventas, y de estos únicamente se contemplarían, escucharían o leerían sus obras en las copias gratuitas. Pero seamos claros: a los independientes, en el modelo tradicional, ya se los comen los grandes, y lo único que ha supuesto una diferencia en su favor ha sido la comercialización por internet, que ha facilitado enormemente la difusión de su trabajo, y ahora pueden llegar a tantas personas como nunca se les hubiera pasado por la cabeza que podrían. Y es más, a pesar de todo el bombo publicitario que las grandes productoras y editoriales pueden dar también en la red, las plataformas de distribución generales han allanado el camino para que los pequeños artistas se codeen con los más populares, y si antes, por ejemplo, sólo Los pequeños artistas también se beneficiarían del aumento de consumo y ventas derivado de la facilidad de acceso a los productos culturales
vendían libros a conocidos en las presentaciones públicas, en las pequeñas librerías locales y en las ferias del libro y así, quizá, recuperaban la inversión con suerte, ahora sus ventas han aumentado por obra y gracia de internet, ahorrándose gran parte de la edición y, claro, de la distribución (no olvidemos el pago a maquetadores ni las pequeñas comisiones de Amazon), e incluso hay escritores se están llevando un buen dinero de esta manera.
En este punto se me podría decir que los beneficios de los que he hablado son los que ha proporcionado Internet a los artistas independientes, no el modelo de cultura libre. Y es cierto, pero del mismo modo que facilitar el acceso gratuito a los productos culturales provocaría un mayor consumo y, según nuestras pautas, un aumento de las compras entre los que antes no conocían a determinados autores y sus obras ni, por tanto, habían sentido la necesidad de hacerse con ellas o simplemente admirarlas en la calidad original, los independientes no se quedarían fuera de esta dinámica sino que se integrarían en ella, midiéndose con los grandes por la atención y el aprecio del público. Lo demás, lo que de verdad importa, que es el hecho de que su obra merezca o no la pena, ya depende exclusivamente de ellos.
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