Los seres humanos somos muy proclives a crear leyendas y creencias infundadas. Así ocurre, por ejemplo, con los mitos en la cocina y sus "alrededores". Estos son solo algunos de ellos y lo que esconden.
Lo hemos hablado montones de veces: la cocina y la nutrición son auténticos campos de abono para los mitos y leyendas. Existen montones de creencias girando en torno esta dependencia de la casa y lo que sale de ella. Algunas tienen fundamento. Otras no. Pero todos hemos escuchado hablar de esta o aquella. Es más, todos guardamos nuestras pequeñas supersticiones dentro de la cocina. Hoy vamos a repasar algunas de ellas y, ya de paso, buscarles una razón de ser (o no.)
No, no pasa nada por abrir el microondas antes de tiempo
Este probablemente sea uno de los temas que más preocupan a la gente: el microondas. Hemos contado y explicado por qué el microondas no solo es por completo inofensivo, sino una herramienta muy útil. Resumiendo, el microondas solo calienta el agua interna de los alimentos, sin cambiar sus propiedades. Para hacer esto utiliza microondas de alta energía. Estas ondas sí pueden ser peligrosas si nos dan. Pero, en primer lugar, el microondas tiene un sistema de seguridad para cortar de inmediato la emisión en el momento en el que se abre la puerta del microondas. Así que no existe el "antes de tiempo". Si la puerta está abierta, no hay emisión. Además, aunque la jaula de Faraday que forma la puerta (esa redecilla negra en el cristal) y el propio cristal estuviesen rotos, las ondas del microondas son ondas dirigidas a puntos concretos del aparato. Así que no, tampoco nos haría daño, aunque la seguridad es lo primero.
Efectivamente, no se debe congelar un alimento dos veces
No todos los mitos van a ser... mitos. En concreto, romper la cadena de frío no lo es. Pero, ¿por qué? La razón principal se encuentra en los microorganismos. Una cosa que tenemos que tener clarísima es que no existe ni un solo alimento que sea estéril. Incluso cuando los cocinamos, quedan esporas, además de que se contaminan por el propio medio ambiente. Ni que decir tiene que congelarlos tampoco lo soluciona. Lo único que consigue es "adormecer" los microorganismos contaminantes durante un tiempo considerable. En la mayoría de ocasiones en los alimentos que ingerimos existen multitud de especies potencialmente peligrosas. Pero lo que importa de las mismas es la cantidad de estas, lo que se conoce como carga microbiana. Existen cargas microbiana completamente seguras. Al congelar y descongelar, los microorganismos tienden a "despertar" y proliferar. Al volver a congelarlos habremos ayudado a que aumente la carga microbiana. Y eso sí puede resultar peligroso. Al igual ocurre cuando los descongelamos a temperatura ambiente o rompemos la cadena de frío de cualquier otra manera. Recordemos: una bacteria sola no hace nada. Miles de ellas son otro cantar.
No consumas productos tras su fecha de caducidad
En primer lugar, ya explicamos extensamente por qué no hay que hacerlo. Hablamos de la fecha de caducidad, no de la fecha de consumo preferente, bastante distinta. La fecha de caducidad está relacionada con la dichosa carga microbiana que indica que un alimento no es apto para consumo. Comer un alimento tras esta fecha, analizada y determinada por el fabricante tras muchas pruebas, es jugárnosla. En algunos casos las consecuencias no pasarán de malestares estomacales. En otras pueden ser muy, muy graves. Además, no nos podemos fiar de nuestros sentidos porque, como ocurre con Salmonella, por ejemplo, existen microorganismos que no dan la cara, haciendo que el alimento siga pareciendo saludable cuando no lo es. Así que no, aunque lo hayas hecho otras veces sin consecuencias, no comas alimentos tras la fecha de caducidad. Es peligroso.
Los alimentos insípidos no se deben a los transgénicos / químicos
Otro de los grandes mitos extendidos hace referencia a la quimiofobia y a los transgénicos. Esto se debe a la falta de entendimiento de cómo funciona la cadena de producción agrícola. En primer lugar, la producción primaria está sujeta, muchas veces, a precios injustos para el recolector y productor. Esto incita, en muchas ocasiones, a usar prácticas que aumenten la producción para obtener el máximo beneficio. Entre estas prácticas se encuentran la recolección temprana que le permita abrir la ventana de ventas, con lo que se vende un producto que madura en caja. Es más, con las manzanas, por ejemplo, esto se observa fácilmente cuando se ven sospechosamente maduras solo en parte (con lineas más blancas coincidiendo con el molde de la caja. A estas frutas, por ejemplo, se les rocía con etileno, una hormona vegetal (totalmente inofensiva) en gas que hace que las frutas maduren. Allá donde toca el gas, la fruta comienza la maduración. Pero no ocurre lo mismo con el interior de la fruta. Algo parecido ocurre con los tomates, que se recolectan gordos e hinchados, por un exceso de agua, pero no del todo maduros. Las frutas y verduras necesitan un tiempo y cuidados que, muchas veces, no se tienen en cuenta en los procesos de producción más masificados. No tiene nada que ver con los abonos o transgénicos, sino con el tiempo.
No importa lo que pienses, el alcohol engorda
Existen montones de mitos referentes al alcohol. Que si una copa de alcohol al día es buena, que si el alcohol blanco engorda menos, que si son las tapas que tomamos con la cerveza la que engorda... Algunos tienen más fundamentos que otros, aunque todos están muy arraigados en ese "amor" que tenemos por las bebidas alcohólicas. Sin entrar en detalle, hemos de decir que el alcohol es un azúcar y que, como tal, aporta energía que si no se quema, se acumula como grasa. Si a esto le añadimos otros alimentos, como las tapas, refrescos (en los cubatas) o el hecho de tomarlo por la noche nos encontramos con un cóctel perfecto para que se "nos quede dentro". Inclusive la cerveza, que por su bajo contenido en alcohol es menos calórica, puede ser el origen de esa mítica "barriga cervecera". No existe un alcohol que no engorde porque está irremediablemente asociado a otras actividades y alimentos que lo provocan. En cualquier caso, tal y como recomiendan los médicos y nutricionistas, la cantidad de alcohol recomendada al día es cero. Nada de una copa de vino (ni por los antioxidantes ni nada...), ni tampoco un vaso de cerveza al día. Nada. A partir de aquí, la decisión es nuestra.
No, el zumo tampoco pierde sus vitaminas tan fácilmente
Cuántas veces hemos oído eso de "bébete el zumo que pierde vitaminas". Bueno, pues en realidad esto es un mito. Es decir, el zumo, como todos los alimentos, pierde sus nutrientes con el tiempo, ante la degradación. Pero no lo hace minutos, ni siquiera horas, después de exprimirlo. En concreto, la vitamina C del zumo de naranja aguanta fácilmente hasta doce horas antes de comenzar a descender su concentración. Parecido ocurre con otras vitaminas que se encuentran muy estables disueltas en agua o en grasa sin que las condiciones les afecten realmente. Lo que sí se modifica es la naturaleza de otros compuestos, como los que aportan sabor y color a los zumos. Las frutas poseen diversas sustancias preparadas para "arreglar" una herida. Grosso modo, estas mismas sustancias oxidan y modifican el aspecto de los zumos, pardeándolos o cambiando su sabor. Pero eso no implica, necesariamente, la pérdida de su valor nutricional.
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