A los gatos siempre se les han atribuido siete vidas y una agilidad legendaria. Y puede que lo primero no sea cierto, pero lo segundo está fuera de toda discusión. Así es como lo consiguen.
Hay que aclarar que en realidad los gatos no siempre caen de pie. Más bien casi siempre. Esta es una de las razones por las cuales los gatos sobreviven a caídas imposibles, lo que les ha dado la fama de casi inmortales. Para poder hacerlo, los gatos conocen instintivamente algunos trucos esenciales que aprovechan de forma íntima las propiedades físicas. Pero no funcionan siempre ni bajo todas la condiciones. Los gatos también se rompen la crisma de vez en cuando. ¿Qué factores son los que importan? ¿Qué son capaces de hacer los felinos? Y, lo más importante, ¿cómo lo hacen?
Todo comienza en el oído
Imaginemos que un gato un tanto descuidado, de pronto, se tropieza y resbala, cayendo al vacío en una posición incómoda y peligrosa. De inmediato, el proceso comienza en los oídos internos del gato, en el sistema vestibular. El oído, en mamíferos, se encarga, entre otras cosas, de ayudarnos a mantener el equilibrio, detectando en todo momento en qué posición estamos con respecto a nuestro centro de gravedad. En los gatos, el fino sistema vestibular reacciona en menos de una décima de segundo, cuando la cabeza de nuestro gato ha perdido su posición normal tras el tropiezo. En ese momento, y ante la señal de que algo va mal, el cuello reacciona colocando la cabeza del animal en una posición correcta. Inmediatamente se ponen a trabajar los músculos de todo su cuerpo para burlar la "ley de conservación de momento angular".
"Burlando" a la física
Bueno, más que burlar, lo que hace es aprovechar la ley de conservación del momento angular. Esta ley explica que un cuerpo rígido presenta cierta resistencia a girar sobre un eje, es decir, a cambiar su velocidad angular. Si el gato cae "de espaldas", girar 180º no debería ser posible pues está cayendo con una velocidad angular igual a cero. Sin embargo, el gato se gira, cambiando la velocidad angular. Para ello, lo que hace el gato es arquear la columna mientras estira las patas traseras y recoger las delanteras. La masa de la parte trasera se encuentra alejada del eje de rotación lo que crea una pequeña velocidad angular de la parte trasera.
Esto provocará el mismo momento angular (por la ley de conservación) que una velocidad angular más grande en su parte delantera. Esto se debe a lo cerca que se encuentran sus patas (y la masa) del eje de rotación. En un movimiento seguido, el gato retrae las patas traseras y estira las delanteras, lo que provoca el giro, aprovechando la ley de conservación. Al final, el gato se encontrará en la misma posición que al comienzo pero girado hacia el suelo. Para poder realizar todo este proceso, la señal originada en el oído del gato provoca una respuesta automática que pone en movimiento inmediato todos los músculos de su cuerpo, que actúan de motores sobre su propio eje de rotación.
El gato paracaidista
De esta manera, el siguiente punto es retraer las patas preparándose para amortiguar el impacto y curvar la columna. Con la columna arqueada el gato aumenta la fricción con el aire, lo que actúa como un paracaídas, reduciendo la velocidad de caída. Esta posición le ha hecho ganar el nombre de "gato paracaidista". Según algunas investigaciones el gato es capaz de reducir la velocidad de caída a la mitad que otro cuerpo. Por ejemplo el de un humano. No obstante, la aceleración de un cuerpo en caída libre sigue existiendo, por lo que la velocidad va en aumento, aunque sea más lentamente. Por eso, si nuestro gato cayese desde un piso 100, por ejemplo, difícilmente podría sobrevivir al impacto. Sin embargo, no solo la posición del cuerpo actúa para salvar al gato.
Su excelente sistema amortiguación es la medida de seguridad final del gato, que ya está tocando el suelo. Primero lo hace con sus patas delanteras que absorben y transmiten la fuerza del impacto en un sistema elástico (el cuerpo del gato). Además, lo hacen con las garras extendidas para evitar resbalones, y la espalda arqueada. De esta forma, al contrario que ocurre con un cuerpo rígido (como una copa de cristal, por ejemplo), el cuerpo distribuye la fuerza de la caída minimizando el daño como un amortiguador. Existen gatos que han sobrevivido incluso a una caída de 32 pisos (según se ha llegado a documentar). Lo que no está nada, pero nada mal. Y este es solo uno más de los fascinantes secretos que esconden los felinos, una rama animal con muchas, muchas sorpresas.
plagiado de: http://ift.tt/1TzSxoB
No hay comentarios:
Publicar un comentario