sábado, 27 de octubre de 2012

¿Necesitamos un auto que se maneje solo?

Diariamente, millones de personas pasan horas de su vida atascadas en el tráfico. Algunos aprovechan para escuchar la radio, otros para revisar a ratos el móvil, pero siempre con el problema de estar atento al momento en que el coche del frente avance aunque sea unos milímetros. Lo cierto es que conducir dentro de la arterioesclerosis vial es incómodo, aburrido, y en muchas ocasiones, una causa de malhumor crónico. Por ese motivo, fantaseamos con un automóvil que nos lleve sin esfuerzo a todas partes, con un chofer automático lo suficientemente inteligente para transportarnos sin tener que preocuparnos.

Desde hace años, esta idea ha sido desarrollada en los laboratorios. Por ejemplo, Google lleva un tiempo trabajando en un auto con total autonomía de manejo, con resultados bastante alentadores. Por su parte, la Universidad Libre de Berlín ha presentado un vehículo que se dirige “con la mente” (bueno, en realidad, a través de una interfaz máquina-cerebro, pero se entiende). Este automóvil tiene la característica de que interpreta las ondas electromagnéticas del cerebro para determinar que dirección tomar.

A esto, hay que sumarle el nuevo anuncio de Volvo. El fabricante sueco tiene en miras comercializar un auto que pueda manejarse solo en los atascos de tráfico. ¿Cómo? Volvo ya cuenta con una tecnología que permite que sus vehículos se mantengan dentro de un carril. La idea es tomar este precedente para desarrollar un sistema de cámaras y sensores que permitan que sigas al automóvil que tienes al frente desde una distancia segura, acelerando y frenando de acuerdo a los cambios.

El sistema de manejo automático está pensado para funcionar en rectas o curvas; además, es lo suficientemente listo como para evadir obstáculos imprevistos, y puede ser cancelado en cualquier momento sólo con que el conductor ponga sus manos en el volante. Eso sí, tiene una limitación: el sistema funciona únicamente si el vehículo se mueve a menos de 50 kilómetros por hora (31 mph). Aún así, suena como un excelente invento para la gente que se queda horas atorada entre cientos y cientos de coches en las grandes ciudades.

Por supuesto, aquí cabe otra pregunta. ¿Realmente lo necesitamos? Por un lado, está un tema de comodidad que no se puede dejar de lado. Muchas de la innovación tecnológica se basa en hacernos más sencilla la vida. En este sentido, un auto que se conduzca automática es un sueño hecho realidad. No hay que preocuparse, e incluso, podemos aprovechar el tiempo que pasamos dentro del vehículo para hacer cualquier otra actividad.

Otro tema en la mesa es la seguridad. ¿Sería más seguro tener una persona tras el volante o a un sistema de conducción autónoma? Habrá quienes señalen lo primero, pues la máquina tomaría decisiones calculadas; pero también es cierto que hay ciertas situaciones en las que la pericia y la habilidad humana tienen mucho mayor peso en la toma de decisiones. No sé por qué, pero me viene un poco a la mente esa escena de I, Robot en la que un androide debe decidir a quién rescatar, si al protagonista o a una niña, basado en sus posibilidades de sobrevivir. Digo, de los avances que tenemos a ese punto aún es largo el trecho, pero vale discutirlo desde ahora.

Por último: ¿contribuye la conducción automática a mejorar las ciudades? No lo sé. Me parece, por ejemplo, que sería una excelente herramienta en transporte público, porque se basaría en una ruta predefinida y se podría optimizar la circulación. La conducción automática suena fantástica, pero la tecnología también debe pensarse con base en sus consecuencias sociales.

Mientras tanto, si tanto nos aqueja el tráfico en la gran ciudad (y en lo que el futuro nos alcanza), ¿por qué no pensar en optar por una bicicleta? Quizá no es tan tecnológicamente deslumbrante (y definitivamente, requiere más esfuerzo), pero una gran opción también si queremos evitar desperdiciar tiempo en el tráfico. Aunque a primera vista, parece que se invierta más tiempo pedaleando, la realidad es que la mayoría de los trayectos de las ciudades están a una distancia más cercana de lo que parece. Lo que pasa es que, enlatados entre tantos vehículos, es más lo que pasamos encerrados que lo que avanzamos. Quizá no necesitemos un auto que maneje por nosotros, sino despabilar un poco las piernas.





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