sábado, 14 de julio de 2012

Un largo segundo en el cerebro

Millones de acontecimientos ocurren en el cerebro durante un solo segundo. ¿Cómo se las arregla este complejo órgano para ordenarlos y saber lo que sucede antes, después y simultáneamente?

Reloj. Tiempo

Millones de impulsos llegan al cerebro desde distintos sentidos. Millones llegan incluso desde un sentido como la vista. El cerebro tiene múltiples áreas de procesamiento. En la vista por ejemplo se procesa en centros distintos el color, la forma o el movimiento. Cada impulso recorre un camino diferente al resto. Algunos son más largos y otros son más cortos. Por lo tanto, tardan distinto tiempo en llegar al cerebro. ¿Cómo sabe el cerebro que dos impulsos que sucedieron a la vez pero llegan en distinto momento son en realidad simultáneos?

El cerebro no es una cámara fotográfica. El cerebro construye el mundo, no toma una imagen fija. El ejemplo de la vista es claro. Vemos un auto rojo moverse. No vemos una sucesión de manchas rojas y una sucesión de formas de auto en distintas posiciones. Es lo que se llama la unión de características. El cerebro lo integra todo y vemos un auto rojo moverse.

Engañar al cerebro y crear ilusiones es muy sencillo. Hay muchos ejemplos de ilusiones visuales. También es sencillo crear ilusiones temporales. Ponte delante de un espejo. Mira a tu ojo izquierdo. Luego al derecho. Hazlo tantas veces como quieras y no verás que tus ojos se mueven. ¿Otra ilusión? Se pide a los sujetos que digan cuánto tiempo está presente un círculo en la pantalla. En general la estimación es correcta. A otros se le pide lo mismo con un círculo que se aleja. También estiman correctamente la duración. Ahora el círculo se acerca. Los sujetos interpretan que la duración es mayor. Algo que se acerca es un peligro potencial. En una situación de estrés el tiempo se detiene. Es una ilusión.

El tiempo subjetivo se debe que existen más acontecimientos en el mismo tiempo y eso hace que la duración subjetiva aumente. Es la expansión del tiempo. Con la edad tendemos a comprimir la información. Los hechos no son tan relevantes, ya los hemos vivido antes. Esto produce el hecho de que los niños alargan el tiempo subjetivo y los ancianos lo acortan. Cuando eres niño, echar la vista atrás en un verano divertido hace que parezca eterno.

El cerebro percibe estímulos súmamante breves. Una presentación visual de 5 milisegundos es suficiente para que el sujeto haya visto algo. Con 30ms reconoce sin problemas la palabra presentada. Dos estímulos presentados con una demora de 5ms parecen simultáneos, pero con 20ms de demora se puede establecer el orden de llegada.

Sin embargo, en el cine, la secuencia es de 24 fotogramas por segundo, unos 40ms por fotograma. El cerebro organiza los acontecimientos de forma que parece una secuencia continua. Cuando se introdujo el sonido se presentó el problema de la sincronía. Pronto averiguaron que una demora de 100ms, una décima de segundo, es tolerable. Más allá de ello el cerebro se niega a considerar simultáneo el vídeo y audio.

¿Cómo sabe el cerebro sincronizar los estímulos? Esperando a que llegue el último de ellos y construyendo una representación única del acontecimiento. Esto significa que vivimos en el pasado. Una décima de segundo. Aún estamos muy cerca del presente, pero el cerebro necesita esa demora para asegurarse de construir una imagen realista del mundo. El cerebro establece un compromiso entre dos situaciones malas. Vivir muy en el pasado es peligroso. No reconocer correctamente la realidad también. Un auto se aproxima hacia mí, ¿de cuánto tiempo dispongo?

El problema se da entre distintas modalidades sensoriales. Procesamos más rápido los sonidos que las imágenes. Pero también se da dentro de la misma modalidad sensorial. Si toco a la vez el dedo del pie y la nariz, ambos sucesos se perciben simultáneos. Pero el impulso del pie tarda bastante más en llegar al cerebro. Puede incluso decirse que las personas altas viven un poco más en el pasado que las bajas.

El reloj cerebral parece encontrarse en los propios actos motores. Si chasco los dedos delante de los ojos, los estímulos llegan al cerebro en distinto momento. Pero este sabe que son simultáneos y los sincroniza. Esto lo hace constantemente y nuestros propios actos ordenan el tiempo de los estímulos exteriores.

También aquí es fácil crear una ilusión. El sujeto pulsa un botón y se enciende una luz. Poco a poco, sin que el sujeto lo sepa, añadimos una demora de hasta 2 décimas de segundo en la aparición de la luz. El sujeto no lo percibe. De pronto eliminamos la demora. El sujeto tiene la ilusión de que la luz se ha encendido antes de pulsar el botón.

La sincronización temporal no es anecdótica. Parece que puede estar en fenómenos como la dislexia o la esquizofrenia. Más aún. Es la clave de la causalidad. Aprendemos que unos sucesos son la causa de otros a los que llamamos efecto porque las causas preceden a los efectos. La relación causa efecto es esencial en la vida y guía nuestra conducta y nuestro aprendizaje. Si la relación temporal se altera, no podremos establecer la relación causa efecto y estaremos perdidos en el mundo.

Nuestra percepción del tiempo es esencial. Coordinar temporalmente el flujo de millones de neuronas es una tarea colosal. En alguna medida vivimos en el pasado.





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