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jueves, 17 de marzo de 2016

Identifican una enzima que puede provocar obesidad

Identifican una enzima que puede provocar obesidad

Un equipo de investigadores ha encontrado la relación entre una importante enzima, OGT, y una de las mayores epidemias mundiales. Esta enzima de la obesidad podría ayudarnos a combatir la enfermedad.

La obesidad es una enfermedad que acaba con la vida de al menos de 2,8 millones de personas cada año, según las estimaciones. Las causas de esta epidemia son multifactoriales, entre las que se incluyen factores genéticos, sociales y culturales varios. Ahora, un equipo de investigadores ha encontrado un mecanismo molecular que controla la saciedad y que está implicado en el desarrollo de la obesidad. Este descubrimiento abre nuevas puertas a lo que sabemos sobre su funcionamiento y, también, podría marcar el inicio de nuevas nuevas terapias futuras para combatir la enfermedad.

OGT, la enzima de la obesidad

Gracias al trabajo del equipo de investigadores de la Johns Hopkins University
School of Medicine, en colaboración con el Kavli Neuroscience Discovery Institute, se ha identificado una enzima que controla, directamente, la posibilidad de padecer obesidad. Dicha enzima de la obesidad se denomina OGT y tiene importantes implicaciones en tareas como el uso de la insulina o el metabolismo de los azúcares en nuestro cuerpo. Pero, en concreto, lo que hace OGT en relación con la enfermedad es controlar "la fuerza de conexión" que existe entre las neuronas de una parte de nuestro cerebro. Dicha parte es el núcleo paraventricular y se encuentra en el hipotálamo. El hipotálamo se encarga de controlar las necesidades esenciales de nuestro cuerpo. El núcleo paraventricular, conocido también como PVN por sus siglas en inglés, está implicado en varios mecanismos básicos, como segregar oxitocina.

"Estábamos analizando qué ocurre cuando eliminas el gen que produce OGT para ver cómo afecta a las regiones del cerebro relacionadas con el aprendizaje y la memoria", relata para Hipertextual el doctor Richard L. Huganir, principal investigador y responsable del estudio, "cuando de repente, Olöf se percató, antes de comenzar el estudio, de que los ratones se estaban poniendo muy gordos. Así que comenzamos a estudiar la alimentación en vez de el aprendizaje". Así comenzó el estudio, el cual podría decirse que se dio gracias a una feliz coincidencia. "Resulta que habíamos bloqueado el gen en una región del cerebro implicada en el control de la alimentación". Así, poco a poco, el mecanismo tras este efecto fue puesto de manifiesto.

"OGT es una enzima muy común que regula numerosos procesos celulares. En las células del PVN se encarga de regular los procesos de saciedad y alimentación".

Al "desconectar" la producción de OGT, la enzima de la obesidad, un pequeño circuito neuronal situado en el PVN parece dejar de funcionar correctamente, mostrando una capacidad mucho menor de enviar señales. Como resultado de esto, según se ha observado en ratones, los animales comen más. En dos semanas, muestran los resultados, los ratones sin OGT se volvieron obesos con un régimen de dietas exactamente igual que el de sus compañeros. La función de la enzima de la obesidad es la de modificar las proteínas añadiéndole una molécula derivada de la glucosa, un azúcar. En el caso de este circuito neuronal, según muestra la investigación, la función de OGT parece ser la de mantener el estado de las conexiones sinápticas, las conexiones neuronales, entre este circuito de células cerebrales.

En la saciedad está la clave

El mecanismo de la enzima de la obesidad funciona en una dirección: al desactivar OGT, los ratones comenzaron a comer más en cada comida. Es decir, no comían más veces, sino que tenían un régimen igual al de sus compañeros. Pero, en cada ingesta pasaban más tiempo comiendo, hasta comenzar a sufrir de obesidad al cabo de apenas dos semanas. Esto parece indicar que el mecanismo sobre el que actúa la enzima de la obesidad afecta a la manera que tienen los ratones de sentirse saciados.

enzima de la obesidad

Olof Lagerlof

Para comprobar este hecho, los investigadores sometieron a los ratones a una dieta estricta que no permitiese que alcanzasen un estado de obesidad. Efectivamente, los ratones bajo régimen controlado, pero no hipocalórico, es decir, con la cantidad energética necesaria, regularon su peso de forma adecuada. Esto es importante ya que es coherente con la hipótesis, que apunta al comportamiento, a la sensación de saciedad, y no a ningún otro mecanismo molecular. Además, otros resultados del experimento apuntan a la misma idea ya que no se han detectado modificaciones en otras rutas metabólicas asociadas a la alimentación, tal y como mostraron los estudios posteriores.

La lucha contra la obesidad

Otra cuestión clave es de qué manera podrá ayudar este estudio en la lucha contra la obesidad. Como explicábamos, el estudio, no obstante, ha sido desarrollado en ratones. Los investigadores confían en poder replicar el mecanismo en seres humanos. Pero todavía es pronto para decirlo. Suponiendo que esto fuese posible y encontrásemos el mismo mecanismo, o uno análogo, en seres humanos, ¿podríamos utilizarlo para combatir la obesidad? El mecanismo actúa en una sola dirección. Sin embargo, este mecanismo nos permitirá abrir nuevas líneas de investigación que podrían traducirse, con el tiempo, en métodos y tratamientos contra la enfermedad.

Si logramos comprender el mecanismo de regulación sináptica de OGT en el PVN, es posible que podamos desarrollar terapias para regular la actividad de esta ruta metabólica y el papel del PVN en la saciedad.

En primer lugar, de los 1.900 afectados por la obesidad en el mundo, podría elaborarse un diagnóstico para aquellos cuyo problema se deba, precisamente, al malfuncionamiento de la enzima de la obesidad. En su caso particular el tratamiento sería relativamente sencillo, con solo restaurar las funciones de la enzima. No obstante, el Dr. Huganir deja claro que todavía nadie ha descubierto una mutación en dicho gen. Por tanto, no sabemos si esta vía existe como tal en seres humanos. Así que todavía es pronto para decir qué puertas abrirá el descubrimiento de este mecanismo. Lo que sí sabemos es que cada vez tenemos más claro el complejo puzle que nos conduce a la obesidad. Un puzle con el que cada pieza cuenta por una batalla ganada.



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